...

Yo ya sé distinguir lo que importa. Últimamente el amor viene en ráfagas, junto con el dolor. He aprendido que de ciertas cosas uno no se puede desprender, pero sí se puede aprender a afrontarlas de otra manera. Soy una ignorante un poco más sabia ahora, ahora que sé que la vida no siempre te prepara sorpresas agradables. No siempre, pero sí algunas veces. Y yo vivo de la expectación de lo que pueda ocurrir.

...

I don't know what to do about the depression and the inflation and the Russians or the crime in the street. All I know is that first you've got to get mad... you've got to say: I'm a human being -- Goddamn it -- my life has value!

...

Te crees que soy la más pesimista de todas y nunca ha sido así. ¿Por qué si no llevo un infinito tatuado casi en el cogote? Pues precisamente porque creo en las cosas imposibles, creo que todo se puede lograr. No sé si todo todo, pero muchas cosas sí. Lo que no puedo hacer es ser siempre conmigo misma la persona positiva que soy cuando se trata de los demás. Creo que es importante el modo en que se posiciona tu mente en estos casos. La mente, que lo puede todo, para bien y para mal, comprobado científicamente por mi cuerpo. Y si tan sólo tuviera la mitad de fuerza que tienen otros para tirar hacia arriba venga lo que venga... sería casi imparable. Pero así soy, un tanto por ciento pesimista y el resto cargado de ilusión por cualquier tontería. A ésta última tampoco hay que subestimarla. La ilusión mueve como pocas cosas en este mundo. Mueve hacia adelante, para que no pares. Y a veces estoy segura de que sólo se trata de eso, de andar y no pararse. Tan segura como de que cuando te tatúas un infinito lo haces un poco más alcanzable.

...


Me tienes, girando en el sentido equivocado en el que giran tus impulsos, latigazos y frío envuelto en un abrazo que se queda en la intención más que en el acto. Me tienes, manipulando el tiempo y su final virgen e intacto sólo por el placer de bailar las horas con la ropa por el suelo y los errores dirigiendo el momento.

Me tienes tan cerca que no quieres tocarme. Me tienes miedo. No eres capaz ni de rozarme, ni alcanzarme siquiera. Me tienes, de ninguna manera.

Y tú qué piensas de esto.

Crezco. Me hago un poco más mayor cada día que pasa. Podríamos decir que estamos un poco más cerca de la muerte hoy que ayer, aunque el simple hecho de pensarlo haga que se me sobrecoja el cuerpo. Todas las personas sabemos que sólo estamos aquí de paso. Somos temporales, transitorios. Casi fugaces. Pero nuestra vida del día a día no va acorde con esta filosofía. Puedes empezar a pensar que quiero referirme a alguna de esas expresiones tipo ‘carpe diem’ que tan exprimidas están por la publicidad y por la gente en general, que casi llega a perder el sentido. A mí lo que me preocupa, lo que me lleva a plantearme ciertas cosas es la cuestión de que estoy creciendo y no sé qué es lo que estoy haciendo. No sé qué estoy acumulando, no sé qué es lo que va a quedar de mí. Llegará un momento en que mire atrás y haya conseguido unos cuantos documentos de identidad, la mayoría caducados; papeles, cartas, discos, aparatos electrónicos, prendas, llaves, dinero y demás objetos que han formado parte de mi vida pero que no dicen nada de mí o habrán perdido el sentido que en su día tuvieron. Y, mientras, paso los días con todo eso en mis bolsillos cuando ni siquiera sé disfrutarlo porque no soy feliz. Lo soy en la medida en que puedo, no me malinterpretes, pero soy inconformista. Y eso que la palabra inconformista nunca me ha gustado, me parece demasiado fácil atribuirse el término. Yo quiero ser de otra manera, disfrutar mi vida de forma diferente. Qué pasa si me muero antes de haber hecho, visto, ido, comido, viajado, dicho o sentido (pon aquí todo eso que se te pasa por la mente). Qué pasa si he estado demasiado ocupada en actividades a las que llamo ‘vida’ y dejo de lado la vida en sí misma. Qué ocurre si quiero estar contigo pero decido que tengo otras prioridades. Puede que nunca disfrute de ese sentimiento. Qué pasa si me paso los días soñando despierta ensimismada en mis fotografías de nubes y buscando letras de canciones o textos que expresen mejor lo que siento. Qué hay de lo demás, que hay de experimentar la vida por uno mismo en lugar de sentirse, casi podría decir, atrapado en una circunstancia que es casi tan relativa como cualquier otro aspecto que te puedas plantear. Todo va y todo viene, como la gente, los trabajos, las parejas, los amigos, el dinero, la familia. Y me ocurre que la mayoría de las veces pienso que para determinadas cosas ‘no es el momento’. Pero, ¿y si no llega ese momento adecuado? Siempre habrá problemas y cosas que hacer aunque cambien las prioridades. Siempre habrá algún ‘pero’ o alguna forma de escaquearse. Y yo sólo quiero que no se haga demasiado tarde porque no quiero arrepentirme de nada cuando de la vida apenas me queden más que recuerdos..

La gente dice.

O más bien la gente habla. Pocas veces dicen cosas. Y todos hablan tanto porque aquellos que saben de algo, lo dicen, pero los que no saben también. Entonces sólo se crea ruido. En el mundo existe el ruido como no existe ninguna otra cosa. Y lo odio tanto...
Después la gente cree que es experta en determinados temas. ¿Ah, sí? ¿Sabes exactamente lo que estoy pensando? ¿Sientes lo que estoy sintiendo? No me digas más... a ti te ha pasado lo mismo (o al amigo del novio de tu prima que vive en el Albacete). Vaya por Dios, entonces qué bien que me comprendas tan bien. La gente dice: "Ya se pasará, ya lo verás". No dudo de que sea verdad, yo también lo creo más bien porque si no, mal me iría. "Pero tienes que animarte". Dicho y hecho, seguro. "Vaya, si necesitas algo ya sabes". Espera... que sólo escucho: BLA.
No está en mi naturaleza ser pesimista. Pero es lo que hay. Mejor reirme de ello que seguir llorando por lo mismo una y otra vez.
Lo cierto es que uno está solo con sus sueños, con sus cosas buenas... (un poco menos solo con ellas) pero sobre todo está solo con sus pesadillas. Y eso es así. Yo no voy a ser menos... y tú no vas a ser más que una de esas personas que dicen que todo irá bien. Y eso, lo siento, ya no me sirve.

Mi cabeza.

¿Verdad que no fui yo? Admítelo. Yo no lo hice. Yo no acabé con esto. Yo no acabé con nosotros. Yo no acabé contigo. ¿Por qué me miras así? Reconoce que una parte de la culpa fue tuya. Una parte bastante grande de ella. Podría decir que te lo buscaste y lo sabes. No digas que no, no seas cobarde. No me mientas a la cara, no fui yo. Ni tú ni esa mirada hacen que me sienta culpable. No tengo remordimientos. No sueño contigo, ni con esa mañana, ni con tus ojos. Tus ojos. He conseguido olvidarlos, he conseguido que no se me claven más en la nuca. Ya no me arañan la vida. Me he quitado un peso de encima, lo he hecho, aunque no lo creas. Aunque creas que fui yo la culpable. Es mentira. Te hablo y no respondes. Te odio. ¿Por qué no contestas? ¿Crees que puedo vivir así? Claro que puedo, pero necesito que me digas que hice lo que debía. Que no me quedaba otra opción. Responde, ¡vamos! ¿Quién te has creído? Cierra los ojos, ¡venga! No hagas que vuelva a perder la razón. No hagas que acabe con esto. Otra vez. Pero yo no he sido. No hablas porque sabes que estoy en posesión de la verdad. Imbécil. Siempre te he odiado. Y ahora te odio por no responderme. Cobarde. Te lo mereces, te lo buscaste. Y tus ojos... ellos lo saben. Guardan el secreto. ¡Habla! Vuelve. No. Basta... Deja de sangrar encima de mí, no me contagies de tu persona. No te soporto por mancharme y, sin embargo, no puedo soltarte. Y cada noche vuelves y no parpadeas. Odio tu cuerpo pesado y frío. Odio tus manos muertas. Vete. Y no me mires así.

...

Que me den algo para que se termine este ánimo autodestructivo, para que se quiten los miedos a salir de casa sola, para que se vayan de una vez los calambres por el cuerpo, los dolores de cabeza. Que me manden algo para que mis hombros no carguen con el peso de cuando me siento mal, que mi apetito vuelva a ser el de siempre, que no termine los días llorando. Que haya algo que termine con los malos sueños, con las ganas de desaparecer, con el insomnio de algunas noches; que mi respiración no se acelere, que corte de raíz los mareos, la sensación de que me caigo. La sensación de que me muero.
Que me den lo que sea, pero que por favor, me quite este dolor del pecho.

...

A veces me da por pensar que la vida es algo... triste. No lo es cuando tienes energía suficiente o la salud necesaria para recuperarte de todos los daños que uno se provoca o le provocan a lo largo de las situaciones y el tiempo. No lo es cuando encuentras algo que te hace un poco más feliz de lo que eras antes. Pero los años pasan y envejecemos con todo lo que eso supone. Aparecen problemas más serios que los que te afectaban a los 10 o a los 30 y empiezas a depender de especialistas, pruebas y medicamentos que intentan alargar lo más y mejor posible la hora de lo inevitable, de aquello por lo que vamos a pasar todos además del nacimiento. Sin excepción. Y es algo triste verlo así pero a la vez pienso que todo ese peregrinaje que se hace cuando eres mayor a los médicos, es por no querer abandonar un mundo que, si tiene cosas malas, tiene bastantes más cosas buenas en el día a día. Es por no querer abandonar a las personas que nos quieren y queremos. No formar parte de sus vidas ni ser testigos de lo que les ocurra. Alargamos la vida por amor. Y eso es algo increíble. Y creo que las personas deberían centrarse más en encontrar el bienestar en lo cotidiano. Disfrutar con la persona que estás, con lo que haces, buscar algo mejor, no abandonar las metas. Porque nadie nos devuelve el tiempo que perdemos. Porque los años no deberían sumarse sino irse restando, si eso sirviera para hacernos más conscientes de que vamos a morir, pero hoy seguimos vivos.
Que igual no era el momento, el lugar... Que lo mismo se ha parado el tiempo. Que he vuelto a pintar un cuadro negro. Que no me arrepiento de nada de lo que he dicho o hecho. Que por la noche me cuesta más dormir. Que sólo quería saber que estabas cerca. Que me cuesta seguir si te veo dudar. Que prometo no volver a tropezar con mis propios pies. Que hace frío y no ayuda. Que ahora sólo voy a dedicarme a respirar. Porque no tengo ganas más que de respirar.

...

Todas esas cosas que dijimos hace años que no haríamos, todos esos pudores que emanaban de cada estridente carcajada que dejábamos ir. Toda esa inocencia.
Luego vas aprendiendo que tu vida no es aquello que decidiste no hacer sino eso a lo que te atreves cada día, los pasos que das. Te vas desnudando al mundo, para llegar un poco más allá. Para conocer de lo que eres capaz. Porque al final tan sólo se trata de estar agusto con tu piel.

...

Supongo que las obsesiones no te salvan, por muy buenas que sean. Debíamos haber supuesto que las nubes no iban a encontrar en nosotros aquello que estaba haciendo herida y, ni por asomo, sacarlo de dentro. Tampoco las personas que dicen que lo entienden consiguen hacer que nos sintamos menos solos. Probablemente tampoco los lienzos, las acuarelas, las canciones o las fotos. Perdimos el tiempo, por decirlo de alguna manera, proyectando hacia fuera los problemas y sus respectivas soluciones, cuando hay que atacar el epicentro. Fuimos, de algún modo, moldeando el contexto para hacerlo más cómodo entre nosotros y lo que pinchaba (y dolía, mucho) evitando encararnos con 'eso'. 'Eso' que puede acabar contigo de la manera más sutil por lo subestimado que es. Pero si no lo eliminas, se alimenta de ti. De tus defensas y ganas de vivir. Y es que es más fácil posponer los miedos y dejarlos para luego, por si luego igual tenemos más recursos que ahora... por si luego se han hecho más débiles. Porque nunca reconociste que la débil eras tú, que no podías pelear sola, que estabas huyendo de lo que pasaba, que no tenías ganas de cambiar.

...

Y ahora sí, digo basta. Creo que sabes cómo me siento; imagino has querido decirlo tú en demasiadas ocasiones pero nunca reuniste el valor para hablar un poco más alto que los demás. En el fondo nos parecemos un poco tú y yo aunque no lo reconoceremos nunca en alta voz.

Sé que muy mal debes de estar como para haber explotado a estas alturas cuando normalmente hubieras tragado. Pero ahora te encuentras en ese "hasta no poder más" que te deja colgando mirando tu propia vida desde arriba o desde abajo (¿se llama vértigo si se provoca mirando desde abajo?), que es una manera de sentir diferente que no sabes cómo tomarte (y ni siquiera sabes si podrás acostumbrarte), que es una forma distinta de echar de menos lo que tenías, que simplemente las cosas han ido así para bien o para mal y no hay más.

...

Sé que puedo encontrar la solución si pienso un par de veces el problema. Sé que me perderé ciento siete veces antes de dar con el paso que me conduzca al lugar adecuado porque, aunque no está tan cerca ni tan remotamente lejos como parece desde mis respiraciones, creo que tengo la manía de posponer las cosas que tienen el poder del cambio, de lo temporalmente estable, de lo que suponga el fin de la transición. Es tan cómodo flotar entre dos estados de ánimo y disfrutarlo sin el miedo a hundirte o estar hundida, sin más. De todas formas no existe el lugar adecuado. Tengo la certeza de que al llegar siempre prefiero cualquier otro, sea el conocido o el que quede una esquina más allá. Más bien se trata de la sensación de familiaridad o la incertidumbre de ver qué hay detrás de las puertas blindadas que llenan de pequeñas fronteras las grandes ciudades impersonales, las que nunca se apagan y nunca te permiten descanso. Me delato cuando hablo salvo cuando cuando no estáis pendientes de lo que hago, cuando no sóis una amenaza para mí, cuando me da igual que existáis en un mundo colindante. A veces siento repugnancia. Porque nunca me da igual nada, la verdad. Solo que a veces me veo cayendo en la trampa de ser, decir o hacer lo que otros esperan que sea, diga o haga. Qué más da ser tú mismo cuando las personas escuchan lo que quieren escuchar, de qué sirve un momento de felicidad si esa felicidad no es completamente sana. ¿Quién querría acaso ir llenando su vaso de instantes de placer prefabricado? O es que igual estamos destinados a ello o no damos para más. A hablar por hablar en habitaciones cargadas de humo donde a nadie realmente le gusta como sabe eso de fumar, a buscar soluciones entre frases de bestsellers con fórmulas revolucionarias para conmoverte, a pensar sobre lo que otros han pensado antes haciéndonos creer que tenemos mentes originales. Qué asco de vidas gratuitas. ¿Qué solución hay para los inconformistas?

...

Guardé todo esto, toda mi vida, conmigo. Y llegué aquí de nuevo, como si no hubiera pasado el tiempo, por si volvía a haber alguien que tuviera ojos que supieran leer, de todo menos palabras. Conseguí reconocerme, a pesar de las nuevas grietas de mi cuerpo. Era aquel ser que elevaba cada sentimiento al cubo, acabando en asimétricos lugares de mi tiempo. Y creía que era feliz y desgraciada cuando vomitaba todo aquello en papeles que entendían, congelando mi vida dentro de tinta negra perenne, sabiendo que podría romperse si en algún momento temblaba y se caía. Todo aquello que me hizo sentir ya se ha ido, se fue cuando debió marcharse, cuando tocaba aprender. Sin embargo, los recuerdos quedan y las palabras siguen ahí. Y no he avanzado nada desde entonces porque he vuelto al punto en el que empiezo a escribir porque cobra sentido, sabiendo que dentro de un tiempo todo habrá cambiado y sólo me quedará el recuerdo y cuatro párrafos que me lleven a un lugar que no sé si querré volver a visitar. Como si todo fuera un absurdo, una mentira, un chiste malo. Como si me sintiera mal volver a revivir lo bueno que viví, lo mal que lo pasé, lo que llegué a pensar de ti o lo que me hiciste sentir.

...

Igual es momento de cambiar. De dejar de huir. De empezar a hablarme desde la verdad y dejar de convencerme de que todo va bien así. Porque no va bien, de hecho va fatal. Tan mal que ya no puedo más.

"Encontraré el camino, no me rendiré", me escribió un buen amigo. Y sé que el día que no me haga llorar esa frase será el día que lo haya encontrado. El día en que haya dejado de preguntarme: "¿Y todo esto para qué?".

...

Eres la grapa que me muerde con ganas, la palabra que se agarra y no se suelta, las letras que arañan el alma, la imagen de eterno retorno, los deseos satisfechos a medias, el acorde que se repite, el orgullo herido a escondidas, las manos tras la espalda, el pinchazo que ya no hace sangrar, las cosas que se dicen por lo bajo, el miedo de hablar (y de quedarse con las ganas), la cabeza en ebullición constante y los pasos hasta que no se pueda andar más.

(...)
- ¿Y cómo me ves tú a mí?
- Como un misterio.
- Ése es el cumplido más raro que me han hecho nunca.
- No es un cumplido. Es una amenaza.
- ¿Y eso?
- Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden.
- A lo mejor te decepcionas al ver lo que hay dentro.
- A lo mejor me sorprendo. Y tú también.

...


Que a qué vengo... pues a encontrar algo, supongo. Por si se da una de esas casualidades de la vida y lo que trato de buscar se encuentra aquí, y no allí, en cualquier lugar. Porque si no está aquí me da lo mismo dónde esté, el caso es que sigue lejos... o tan cerca. Cerca como estuviste tú de mí, tan lejos a pesar de estar a mi lado. Eso es a lo que vengo... Saber hasta dónde puedo echar de menos todo lo que no tengo, todo lo que nunca he llegado a ver, todo lo que ni siquiera he acariciado. Aquí es cuando entiendo que no se deben comparar los recuerdos, ni aferrarse a uno en concreto. Sobre todo cuando apenas es real. Eso te impide disfrutar del resto de acontecimientos de la vida. Con las personas pasa algo parecido que a mí siempre se me olvida. Pero no he venido a quejarme, eso lo dejo para después. Tan sólo esperaba hallar un motivo, una razón, un argumento por inválido que sea de que la búsqueda no será en vano.
¿Sabes lo que pasa? Que uno se acostumbra a las cosas buenas. Lo peor de todo es que uno también se acostumbra a sentir dolor. Y tampoco importa si el dolor aumenta. Acabas por no notarlo, aunque el daño deje su huella de todas maneras. Pero ya no te quejas como antes, no lo exteriorizas tanto aunque ha de salir por algún lado y con toda la certeza del mundo lo hará, por supuesto que saldrá y de la peor manera. Te convences de que se pasará pero en realidad te preguntas si esto será para siempre, si pasarán veinte años más y seguirás sin avanzar ni un paso, sin motivaciones, sin valor, cada vez mejor sola para no sentirte peor. Después te llueven voces que te dicen que te entienden, pero realmente nadie tiene ni idea. Hay momentos en los que realmente no se ven salidas.

...


Ayer un tren partió dejando atrás el calor húmedo de Barcelona con destino a la sequedad madrileña. En el vagón abundaban los hombres vestidos de traje y una actitud de viaje por pura rutina, obviando durante las tres horas cualquier fenómeno que el paisaje pueda ofrecer a través de la ventanilla.
A veces tengo la absurda manía de creer que soy la única a la que le suceden cosas malas. Creo que ya no me ocurre. Ahora sólo quiero que dejen de pasar esas cosas. 'Quiero' lo digo y lo siento dentro bien grande y en mayúscula, muy alto, muy fuerte. Quiero volver a Barcelona.
Ayer cogí el único tren que es capaz de atraparme y llevarme bajo tierra a la misma velocidad con que se mueve en horizontal. Casi 300 kilómetros por hora de echar de menos y alguno más de deseos de dejarlo todo y continuar en dirección contraria.
Madrid no me sienta bien, aquí no quiero estar sola por miedo a sentirme sola. Allí no me pasa. Y estoy cansada de ser una persona triste.
Mis días no se volvieron pesadillas. Fueron mis pensamientos el refugio de las mismas. Fue lo que llegué a sentir. Un descenso que nadie contempló, una caída que ninguna persona impidió. Sólo quise llegar a tiempo. Odiaba sentir que podría suceder, cuando piensas que puede ser la última vez que digas 'la última vez que hago esto o digo lo otro'. Hay peores cárceles que las palabras (leí una vez). Y no pude evitarlo... no llegar a tiempo. Sentir que no.

...

Debería empezar por arreglar los desperfectos que siempre tuve la certeza de tener. Creo que no soy imparcial aunque, por otro lado, no creo que nadie pueda serlo… yo por exceso, otros por defecto. No sé en qué momento dejé de conocerme para empezar a tirar piedras sobre mi cama, conmigo encima, tumbada, mirando nada y dejando el tiempo correr… hasta reunir las ganas de retomar las cosas donde las dejé. Siempre se me dio tan bien ponerme en huelga contra mí o contra el mundo…

...



"Hola, desconocido", pienso durante el segundo que te miro. Me pregunto cuánto tiempo llevas esperando aquí sentado. Me pregunto cuánto tiempo esperaré yo, a tu lado. Las paradas de la linea 77 se convierten en refugios para solitarios. Todos nos hablamos entre nosotros, pero nadie dice nada porque nadie se atreve a destaparse ante un desconocido.


Pero no somos desconocidos. Llevamos exactamente 7 minutos y 12 segundos compartiendo el aire y viendo los mismos coches pasar, con la cabeza ladeada a la izquierda para ver quien salta primero al divisar el bus de lejos. Hemos coincidido en esta coordenada espacio/tiempo, una única vez en nuestra vida, y vamos a dejarlo pasar. Y me pregunto cómo será tu vida, a dónde vas ahora que anochece. Me pregunto si te despediste de alguien y vuelves, o si vas porque alguien te espera. Quizás ambas, quien sabe. Yo no lo sabré. En este instante no se me ocurre afirmación más real que esa.


Te diría tantas cosas... te diría que levantaras la vista y mirases los tonos del cielo ahora que el sol se pone tarde y lento. Te pondría la canción que escucho en este momento porque es de esas canciones que pondrías a miles de Hertzios, demasiado buena como para que alguien se la pierda. Siempre he pensado estas cosas cuando me cruzo con alguien y sé que será la primera y la última vez... y me resulta normal porque estoy acostumbrada pero no puedo evitar pensar que es algo triste.


...

Enciende un ojo y levántate. Sube la persiana de la derecha, ahora la de la izquierda. Oye el microondas del vecino. Ve al baño, desnúdate, métete en la ducha y haz que duermes bajo el agua. Doce minutos, ni uno menos. Arréglate como puedas el pelo, vístete. Abre la nevera, coge el yogurt de arriba a la izquierda. No te sientes. Cepíllate los dientes, arriba, abajo, ras, ras y repite. Coge la mochila y vete. Saluda, da los buenos días al portero, última mirada al espejo y a la calle. Ponte los cascos, frunce el ceño por el sol y camina, camina... paso de cebra, corre. Camina, La Farola no gracias, gira la esquina. Avanza, avanza, la cola del bus es larga, sigue caminando recto. Huele a desayuno, café. Los porteros barren los portales. Cinco minutos, pasa el bus. Maldiga, señorita. Anda, paso a paso, mira a la gente, caras de sueño y cabreo, te suena éste... y éste también (¿a dónde irán?). El quiosco se acaba de abrir, el frutero te dice 'hola'. Llegas tarde, vamos, venga, acelera. No pienses. Mira el reloj, sube la música. Joder, por qué siempre corriendo, por qué tanta prisa. Si cuando llegues querrás volverte a ir.

...


Esta es la historia que nunca se termina...


...


Las cosas que pensamos por sí solas no tienen sentido alguno. Las mías por un lado y las tuyas por el suyo. Necesitan un contexto donde puedan dejar de ser simples palabras flotantes para ser significado, necesitan un lugar donde poder ser libres.

Pero estas cosas que pensamos no existen porque no existimos por nosotros mismos, con el mundo aparte. Estás tú por tu lado, y yo por el mío, como las cosas que decimos y no escuchamos, porque no compartimos ningún lugar ni podemos ser libres y somos dos cuerpos flotantes en caminos paralelos pero en direcciones opuestas.

Entonces parece ser que no existimos. Se me han roto los pensamientos...

...

La gente que quiere escuchar verdades se tapa un oído por si así se amortigua el sonido. Tú las quisiste y pudiste escuchar miles saliendo de mis labios, de mis manos, de mis ojos.

Te dije que nunca había dejado de mirar. Te dije que seguía buscando debajo del sofá el momento en que (te) perdí. Te dije que seguía creyendo en los domingos nublados tirada en cualquier lado. Te dije que la lluvia llegó tarde en la noche pero me hice inmune al frío. Te dije que deshice cada uno de los pasos para no seguirte más cuando me sintiera sola. Te dije que ya te había dicho que esto acabaría así. Te dije que todo estaba bien y no miraste atrás.

Quizá porque habías dejado de escucharme mucho antes.

A dónde vas...

...

Y si en este caso, justo en este momento, hubiera que construir puentes entre las palabras, aunque fuera de una manera insospechada, como con una cuchara, no sé si estaría más lejos del absurdo o se me atragantaría la sopa de letras.
Si, en cambio, me veo obligada a destruirlos, quemaría todo lo que he escrito hasta ahora sin mirar junto con las yemas de mis dedos, para no agarrarme a nada más.
No quiero tener que leer en otros libros cómo llegar, no quiero resultados en la página de atrás para incógnitas imposibles pero no puedo dejar este problema a medias y hace un mes que dejé de pensar.

...



Would you die for me? If I say please?
Would you sacrifice?
Would you call my name?
There's no other way out to live with it
I will knock on you door every night to beg you
I will write your name on the wall everyday
To show you the way.
I'll never kill you
I'll tell you
I'll tell you to
I'll tell you how
I'll tell you how to do.
On the second day, I'll bring you flowers.
Cause you're more beautiful than any woman I've sean
And the small of the rose will be the last thing
You'll recall when you will be dead
So read you name.
Just one please
My hand, your blood.


[ENORMES]

...


Ando sumergida en burbujas de oxígeno que llaman realidad, tratando de encontrar y con pretensiones de delimitar la relatividad. Quizá incluso, si alcanzo mi objetivo, esconderla en la mano izquierda tras la espalda.
No tacho de mentirosos a aquellos que me han hecho creer que los horizontes eran infinitos y que las nubes desaparecerían, pero esas personas que han dejado de plantearse ciertas cosas mirando al cielo insisten desesperados contra mi terca voluntad en que ese punto que mi ojo capta al fondo es hasta donde puedo llegar y la evidencia contraataca haciendo que las nubes de tormenta siempre vuelvan, siempre.
No se sabe bien por qué, ni está claro cuándo o cómo, acaba apareciendo dentro de toda esta ebullición de relatividad un halo de claridad. Por razones insospechadas, el corazón decide por sí mismo y emprende su camino tras algo, una búsqueda que queda suspendida entre dos puntos borrosos y difuminados. Si éstas razones no se comparten, el corazón se aflige pero no se rinde, porque ha fijado un punto en el infinito. Incluso con nubes de tormenta.
En mi búsqueda, por el momento tan sólo encontré que la relatividad es relativa. Que no siempre es susceptible de ser planteada, porque en ocasiones es brutalmente aplastada por otras evidencias, que no son relativas y, por tanto, deberían ser el motor de nuestra propia búsqueda de horizontes nuevos que no sean tachados de inexplorables por aquellos que se han cansado de soñar.

...


No me había dado cuenta de que no existías. Acabo de caer en ello como una gota de lluvia aparece de repente en un día soleado. Hace medio minuto que me he proclamado consciente tal hecho, como una inoportuna revelación, como el golpe de una nube contra un edificio.

Sabes como la sensación que deja cuando uno se aleja y no quiere, pero da media vuelta y sigue caminando.

Pero sí existes, aunque no donde yo quiero, no cuando necesito. Se trata más bien de un deber de convertir algo en lo que no es. Una cuestión de engañarse a tiempo, algo que siempre ha parecido hacer efecto.

Porque yo vivo en un lugar donde nunca pasa de moda enredarlo todo y complicar lo simple...


...

Todo es una pregunta. Por hoy no me apetece responder.

...

No hay demasiada utilidad en coger una regla y medir un trozo de papel. La habría si el trozo de papel representase un sentimiento o algo que no se pueda ver a simple vista, pero que a veces es importante medir. Las medidas de lo que no existe. Más bien, de lo que existe pero no es observable. Para saber qué sientes exactamente, para saber hasta dónde puede llegar lo que siento yo. Para saber la longitud de un pensamiento, por si es tan largo que pueda lanzarlo por una ventana y que llegue a ti, como un puente. O que no tenga medida y no sepa cómo controlarlo, que se me vaya de las manos. Todos los centímetros de tu piel bañados en distancias, todos los míos envolviendo algo que no sé explicar (ni medir). Y además de sin medida, sin remedio.

...


Contigo nunca aprendo, contigo siempre dando traspies. Tú, que eres éste, aquél y eres todos los demás. Y eres el tiempo, la luz, la música y los sueños. Y las inseguridades, los miedos, los silencios...
Contigo pinto y sin ti emborrono. Despejo o confundo. Me acerco o me alejo. Dependo.
Siempre colgando de tu mochila y, dependiendo del día, soy feliz.


...

No he vuelto a ver ese amanecer ni tú has vuelto a hablar de él. Si lo pienso vuelvo a estar ahí y escucho el silencio roto únicamente por el obturador de la cámara, pero no lo hago porque no estoy segura de que quiera volver. Desde aquí todo se ve, no peor, pero sí más frío que aquel día y he de reconocer que no me disgusta del todo esta visión, porque quizá no me convencía del todo la otra... no lo sé.
No sé hacia dónde nos llevan las decisiones que vamos tomando, ahora mismo es dificil describir en qué lugar y momento me encuentro. Todo es incertidumbre (de la que se incrusta en el estómago y hace que brillen los ojos). Si me inunda la nostalgia sólo queda apaciguarme en esos días, en las madrugadas frías y los cielos en transición que se reflejaban en el objetivo, que es el único que siempre consigue salir impasible.

...

En lo que se refiere a nosotros mismos, siempre poseemos información privilegiada. En lo que se refiere a mí, la poseo íntegramente y este hecho me otorga bastante poder (uno que no desearía tener, realmente).

Cuando conocemos a las personas nos damos cuenta de lo que quieren, de lo que buscan o esperan, del tiempo que dedicarán a invertir en la relación, sea ésta de cualquier tipo. Yo, que además de nacer defectuosa también salí un 40% pesimista, creo que, a pesar de haber hecho tantos esfuerzos en conocer a una persona en particular (llámalo ilusión, curiosidad o estupidez), no debo esperar nada de ella porque yo tampoco espero nada de mí.
Mejor es mantener alejado todo aquello que pueda importarme, porque si se acerca demasiado y por esa causa, se aleja, posiblemente me costaría recuperarme.

Igual es mejor esconderlo en una mano tras la espalda. Igual la idea nunca debió salir de mi cabeza.


...

A mí me sorprendía tu tranquilidad, tu temple serio ante los acontecimientos. Tú te quejabas de que era una persona de pocas palabras.
M: ¿Cómo eres así?
X: Así, ¿cómo?
M: Tan frío.
X: ¿Y tú por qué sólo hablas para preguntar?
M: No me has contestado, parece que vas por el mundo sabiéndolo todo. Por eso yo pregunto cosas, para seguir aprendiendo.
X: Yo me hago las mismas preguntas, pero no lo digo en alto.
M: Pues hazlo, igual un día te sorprendes.
X: El día que dejes de escribir y empieces a hablar más... sí que me sorprenderé.
M: Pues da por hecho que algún día escribiré sobre esto. ¿Qué te parece?
(Silencio)

Una vez que te acostumbras a un tipo de juego, es dificil que de un día para otro puedas olvidarlo. No siempre sale todo bien, tal y como queremos o hubiésemos pensado... pero cuando todo cambia caes en la cuenta de que las cosas empiezan a salir bien cuando se entiende a la otra persona más que compartir lo que ella hace.

...

Y si no lo intenté doscientas siete veces, no fue ninguna. Cuándo llegará la persona que señalice bien este camino. Que indiquen bien dónde esta la pared que separa las ganas del dolor que se exprime de ellas, cuando ya no se puede volver un paso atrás.
Y pestañeé cien veces más dada la vuelta, procurando hacerte irreal. Mi alma entera proyectando al suelo y yo procurando desprenderme de los restos de mi cabeza, abandonada al viento, que ya no piensa ni se sostiene en un cuerpo que no asume de lo que está hecho.

...

Miedo.

No lo sé explicar mejor.

...

Llevo más de una hora con el documento abierto y apenas he escrito algo en él. Palabras sueltas. Lluvia, ciudad, cambios, luz, gris, giros, días. No tengo nada nuevo que inventarme ahora pero echo mucho de menos escribir. Hoy ha sido un día de echar de menos, desde luego. De volver a ver la lluvia caer desde hacía tiempo, de sentir ese frío que te deja inmóvil y quedarse observando como el cielo gris te espía desde cualquier ventana.
Casi he visto amanecer, uno de esos que tanto me gusta ver, desde la carretera, con las nubes agrietadas. Ha durado poco el deleite pero ha sido casi perfecto, aunque últimamente acumulo amaneceres que se superan a sí mismos. Madrid a veces te sorprende al igual que las personas que esconde en su interior, silenciosamente. Madrid a veces se sobrecoge de las historias que escucha y se calla. Porque todo da muchas vueltas, a veces incluso las vueltas parece que atraen más vueltas. Cambia la perspectiva, el color, cambia incluso el sabor que antes tenían las cosas. Vuelven los antes y los después que se renuevan a cada instante, porque el círculo nunca cesa. Otra vez las tormentas de puntos de vista y sentimientos en forma de jeroglíficos a descifrar en tiempo récord, antes de que el semáforo cambie a ámbar y yo bajo presión no puedo...
Y aún así todo parece diferente, me arriesgaría a decir que incluso mejor, aunque el frío no ha conseguido abandonarme.
Tan sólo me apetecía abrir el grifo mental y escribir que a pesar de todo me sigue encantando que huela a que va a llover.

...

El vértigo me abrazó, como un imán...
Como se abraza la gota al charco, y a su vez éste al cemento, para evitar evaporarse.
Y me dejé llevar, me vi descender, y no me importaba...
Me sentía agua evaporándose. Agarrando cualquier mano que sólo conseguía agrandar el daño.
Me quedé arañándome el alma ahogada en el fondo de este mar extraño.
Abrázame y devuélveme al lugar del que caí. Encuéntrame...

...

Demasiado temprano para saber si es noche o día. Demasiado frío todavía en una habitación adormecida.
Dejarse llevar, dejarse temblar por la intuición de una luz diminuta, ni siquiera por su existencia.
Frágilmente empuja todos los movimientos a un día que no se espera ni, mucho menos, se desea.

...

Se cansó el vaso de sostener la medianoche y la cinta aislante de tapar el riego de los ojos. Sin excusas y sin demasiados motivos.
Quemaban los puntos y seguidos. Los aparte nunca fueron del todo curativos.
Necesitando finales.
FINALES que salgan de otra boca.
Todo necesita cerrar el círculo que abrió para poder seguir adelante.
Pero una vez perdido el rastro, parece inútil toda la distancia que se ponga a lo largo del tiempo.
Nunca cesa...

...

Donde anida la tristeza, donde mi espalda reposa con firmeza,
aquel pobre escalón de un piso cualquiera, a donde nadie nunca llega.

Con la cadena atada a un pie, permitiendo un ligero movimiento
hacia arriba o hacia abajo de esta insomne escalera.

Siempre fiel a ella, el punto de retorno por excelencia,
el abrazo de un cuadrado de madera hecho para la espera.

...

Dicen que las grandes ideas surgen de un encuentro con el WC. Pues bien, las mías no son grandes pero suelen venirme en la ducha y en los dos segundos que suceden al despertar. En el primer caso, el agua tiene el poder de aclarar mente y cuerpo, como una muda de piel, necesariamente curativa. En el segundo, el estado entre sueño y realidad a veces consigue abrirme los ojos, no sólo literalmente.
Después, los pensamientos se evaporan como si al desprenderles de su contexto original dejaran de poseer vida por sí mismos, como si se volvieran impensables, y reproducirlos por escrito me resulta muy dificil. Siempre conservo el epicentro, la materia prima, pero todo lo demás se ha ido, los adornos se pierden y entonces dejo de escribir porque siempre me ha resultado más dificil decir las cosas tal y como son que andarme con rodeos. Con lo fácil que sería decir que si pudiera verte cada día sería un 30% más feliz, con cara de alguien que echa de menos algo a lo que tiene que desacostumbrarse. Es triste hablar así.
Es triste que todas mis 'grandes ideas' tengan la misma etiqueta, la misma que tengo que arrancarme de la piel.

...

Cambié las letras de lugar aunque jamás sonó creíble el resultado. Pero yo me lo creí porque siempre lo hago. Empecé a tragarme las palabras cuando dejé de escribirlas en tu piel. Pero yo seguí pintando con mis manos ciegas. Y di con un lienzo de piedra.

...

Puedes andar, puedes andar sin parar y terminar en cualquier lugar. No importa lo cansada que estés si tus ganas son mayores. Hay caminos que llevan a cosas o personas que merecen la pena.
Quisiste hacerlo y lo hiciste. Llegaste a muchos lugares, aunque no lograste conquistar ninguno. Tocar la piel que dentro esconde tu corazón, me pareció insuficiente.
Por eso ahora sigo andando aunque hacia el otro sentido con la cabeza girada y me sigo dando golpes. Pero llegará un momento en que consiga darme la vuelta del todo y no mirar hacia atrás. Porque intentar alcanzarte es como esperar que nieve en la primavera que viene.

...

Que por qué me gusta tanto. No sabría responderte bien. Igual es su inmensidad, su modesta enormidad; esa capacidad de abarcarlo absolutamente todo, sobre todo su capacidad de abstraerme. Su incesante cambio, ningún segundo permanece igual; si no lo acarician las nubes es un avión el que lo rasga, en cualquier lugar del mundo. La vida que transporta, incluyendo los ojos que buscan un lugar de refugio allí arriba. Su continuidad, el que todos los seres humanos estemos bajo el mismo, aunque no sea razón suficiente para sentirnos más unidos. Su color, sobre todo su color a cualquier hora del día; su despertar, su despedida y todo lo que va por medio. Su luz. Igual es lo que guarda en su interior, esas luces pequeñitas que salen cuando se va el sol. El mismo sol, la luna. Sus alaridos de tormenta. La lluvia, los rayos. Es todo tan diferente de lo que se encuentra aquí, que cómo no iba a hipnotizarme. Nunca se me dio bien describir esa sensación. Me preguntas que por qué me gusta tanto, mientras te observo estudiarlo como intentando descubrir un gran secreto. Me gusta porque cada vez que levanto más de dos segundos la vista, me tropiezo.

...

Las luces no logran comprender, bajo un cielo que se mantiene neutral ante las diversas sintonías de los pasos que retumban en las sombras de la calle. Los cielos no se mojan, ni siquiera cuando llueve. Sólo son un consuelo pasajero para los sentidos que consiguen apreciarlo, un refugio para los débiles.
Sin embargo, hoy todo tiene su importancia. Las luces, las sombras, el cielo, la baldosa partida de siempre. Hoy todo se ha vuelto canción de vuelta a casa, canción solitaria que tan sólo quiere irse a dormir.

...

Hoy voy a escribir aunque no tengo nada que decir, para variar. Como si me repitiera una y otra vez, como si entrara y saliera del mismo círculo que lleva al mismo lugar que es ninguna parte. Volver a cometer los mismos errores que antaño me destrozaron, pero se pasaron y aquí vuelvo a enfrentarme a ellos, casi sin haber ganado experiencia. Tengo curiosidad por saber dónde está mi límite, a ver hasta dónde soy capaz de llegar sin reaccionar. Quiero saber cuánto necesito pasar para no sentir absolutamente nada, para darle la espalda a todo sin mirar hacia atrás. Necesito autodestruirme. Para que sea la única forma empezar de nuevo.

...

Si me ves darme la vuelta y alejarme, no pienses que ya no me importa. Lo más probable es que vuelva.
Tan sólo es temor a que pueda terminar lo que una vez empezó.
Que seas tú el que se vaya y no haya más piezas que mover, sin juegos a los que jugar ni nadie que pueda perder. Al menos otra vez. Por eso prefiero no mirarte del todo, no acabar de abrazarte. Porque así puedo tener alguna razón por la que volver, por la que volver a encadenarme. Para que no acabe jamás. Llámame absurda. Soy una absurda con alergia a los finales y se va...

...

Ella llevaba mucho tiempo hablando de él por escrito, desde el primer día. Era de esa clase de persona que prefería su compañía antes de reconocer que él nunca concedió demasiado interés a este tipo de inquietudes a las que ella confería una importancia quizás excesiva para tratarse de un modo cualquiera de invertir el tiempo.
Estas carencias se compensaban, a su modo de ver, con otras muchas virtudes que él poseía y que a ella le hipnotizaban, incluso llegando al punto de preguntarse cientos de veces qué era lo que le animaba a seguir con ella pues siempre que se veían le nacía un nudo en el estómago que no le permitía ser ella misma. Miedo escénico o miedo... sin más.
Esta incapacidad traía su correspondiente consecuencia en forma de lágrimas que duraban hasta varios días después mientras recordaba ese sentimiento de impotencia al intentar que todo fuera bien sin éxito, lo que aplastaba su autoestima y la reducía a algo insignificante. Pero él siempre terminaba volviendo a ella ante la creciente desconfianza de ésta, desconfianza que tenía que haber surgido mucho antes juzgando los acontecimientos que se darían a partir de aquel momento. La historia se volvía a repetir.
Y aunque ha pasado tiempo desde aquello, ahora escribir se ha vuelto más importante todavía, pero ya no lo hace sobre nadie. Intenta dejar espacios en blanco cada vez que siente ganas de decirle algo (porque las ganas son tan fuertes que le arden) aunque él jamás tuviera medios de leerlo. Pretende hacer ver que se siente liberada pero en realidad está desconcertada y guarda algún ligero rasguño en la piel, pero eso es algo que tampoco nadie sabrá.
No puedes entregar a alguien en quien no confías algo tan valioso como debería ser el tiempo que dedicas a tu vida.


...

De horizontes que se doblan color rosa marchita sin esgrimir argumentos en contra, dispersando su triste reflejo en los sucios cristales de la ciudad, como el brillo que han perdido todas esas llaves que abrían aquellas puertas a las que nunca fui capaz de enfrentarme.
De historias y apologías de mí misma dibujadas en forma de burla y de butacas sin nombre, como todas esas angustias que emanaron del temor de una ausencia que siempre estuvo presente en mi cabeza.
De imágenes que alumbran los caminos de vuelta al punto de partida por excelencia, adolecida y casi adoquinada entera, como el aire que huye de la boca al respirar alisando los sentimientos que me conducen a la antítesis tú-yo que se vuelve cada vez más de cartón y yo más pequeña asonante...


...

Acabo de despertarme. Primero paso por ese segundo rápido que me hace preguntarme dónde estoy (aún no me acostumbro a haber cambiado la posición de la cama desde que mi hermana se fue) y qué día es. Una vez ubicada, veo que estoy sumida en una maraña de cables de espalda para abajo. Últimamente la forma más eficaz de dormirme resulta escuchando algo de música antes, y aún así sigo dando vueltas y vueltas... Percibo un olor bastante apetecible que viene del patio, colándose junto con un poco de luz por la ventana que siempre dejo abierta. Tengo calor aunque mis pies están fríos, como mis manos, y a pesar de mis intentos de buscar a Scott con los ojos aún cerrados intuyo que habrá acabado en algún lugar del suelo, posiblemente al lado de los calcetines negros que lancé anoche por el aire al acostarme. Creo que el estado de mi habitación es verdaderamente inhabitable, pero eso, claramente, no es lo que me quita el sueño. No sé por qué tengo la sensación de que es tarde y un ligero sentimiento de culpa me empieza a invadir, porque tengo que hacer demasiadas cosas, más de las que me siento capaz y muchas más de las que me apetece hacer. Opto por evitar la opción fácil y me levanto porque me autoconvenzo rápidamente de que estando entretenida no voy a pensar.
El día está soleado aunque ha estado lloviendo toda la noche. Entonces esta idea se aparece fuerte ante mí: me apetece que sea domingo, un domingo de esos en que tienes algo de resaca; me apetece que esté muy nublado y que las gotas no dejen de caer, que si acaso alguien pueda rescatarme para dar una vuelta en este día en que para mí el tiempo queda en suspenso; que haga algo de frío y no tener mucho que hacer más que sobrevivir a él.
Se me ha ido la cabeza en estos últimos minutos y vuelvo a ser consciente del presente como si un hilo hubiera tirado de mi pie izquierdo que volaba ya muy lejos y me hiciera entrar por esta ventana que, por cierto, aún sigue cerrada y debería abrir para que el aire entre y deje que la habitación y yo podamos respirar, para que vuelva en mí (para que vuelva a ti desde aquí) y siga buscándome en largos escritos que no dicen nada.

...

Me hace gracia que de todas las afirmaciones que hago sobre la vida, el mundo y la gente, probablemente, las que tienen menos riesgo de ser erróneas son las que se refieren a mi persona pero, sin embargo, todo lo que escribo sirve para darme cuenta de que a pesar de estos años no me he llegado a conocer casi nada.Cada palabra es un tanteo sobre mi cuerpo y mi cerebro, como cuando se siente el tacto adecuado de alguien también adecuado. Sentir un escalofrío y saber que igual estoy haciendo lo correcto. Pero nunca está claro qué es lo correcto y lo que no. Me atraen tanto las preguntas que nunca llegan a ningún lado. Y aquí es cuando voy a empezar a desvariar. Me atraen tantas cosas que hace tiempo llegué a la conclusión de que vivir podía ser algo grande que no puedes tomarte tan en serio porque en algún punto acabará. Todo lo vivido, absolutamente todo desde algo tan perfecto como un abrazo hasta una decepción, no me sitúa más que en el mismo punto sin retorno en el que ya me encontraba, probablemente pensando algo parecido y mordiéndome los extremos de las uñas. Hay manías que no se van, como los vicios. Y aquí podría decir mil cosas pero con mencionar los soberbios lacasitos es más que suficiente, y cómo este hecho sin aparente importancia se convierte en algo trascendental cuando se relaciona todo y un alguien te sorprende regalándote un tubo lleno de esas grageas de chocolate y te trae un momento de esos que dejan huella aunque nada crucial ocurra en ellos. Creo que eso es lo que me gusta, que las sorpresas nunca cesan si te dejas, porque las personas tenemos pinceladas de inquietud, incertidumbre e improvisación suficiente para que los días sean diferentes. De la misma forma me estoy sorprendiendo yo con esta vena repentina de positividad cuando el día está aquí peor que gris y la noche cae sobre un flexo a pocos centímetros de mí y el mundo me empuja irreversiblemente al estudio de teorías perceptivas con esta desconocida en mi interior bebiendo cafeína y hablando de tonterías.
Hoy no duermo.

...

El diagnóstico del médico ha sido que mi deseo de cómo salga todo es inversamente proporcional a cómo suceden después las cosas. Me ha dicho que la cura consiste en relajarme y no pensar tanto para ser totalmente como soy, que tengo que tener paciencia (y si tengo suerte también la tendrán conmigo), que no debo empequeñecerme, que no me agobie con el hecho de que pueda suceder algo que acabe doliéndome. Igual si le hago caso algo empieza a mejorar.


"Se necesita valor para cambiar el rumbo establecido de los acontecimientos... mucho valor."

...

No sé muy bien qué es lo que quiero decir con esto. Reflejos. Creo que quiero referirme a todo ello que es y al mismo tiempo no es. Últimamente me doy cuenta de muchas cosas, últimamente soy consciente de esa parte de mundo que no conozco, una parte que puede ser perfectamente un 90% o quizá más. Y también pienso en el otro supuesto 10% que creo que es la realidad, pero es tan sólo como yo la veo desde mi perspectiva. Nada es objetivo aquí, ni siquiera las personas que te conocen pueden serlo. Lo que soy entonces queda definido por versiones sesgadas de mí en el resto, trozos que selecciono del mundo exterior porque así lo quiero. Eso que no veo y que ocurre a mis espaldas. Y si todo lo que no conozco hablase de mí, ¿coincidiría con lo que dice la otra parte? ¿Habría algo nuevo que decir, algo nuevo que aportar a la idea de mi remota existencia? Reflejos. Veo reflejado el cielo en el agua, las siluetas en los escaparates y los rostros en los espejos. Todo igual pero del revés, no sé qué sentido tiene eso; puedo darle el que yo quiera y hoy me he empeñado en esto, supongo que es debido al exceso de información que recojo estos días en la memoria y tengo que expulsar los excrementos y éste es el modo. Y vuelvo a la idea de que igual esos reflejos conocen la realidad tal y como es, igual lo que veo al reflejarme tiene la versión que es objetiva pero, ¿cómo podría saberlo en cualquier caso? Si ese mundo que se esconde tras las cosas relucientes se limita a imitar la visión que tenemos y le damos a todo, sin aportar nada nuevo a excepción de las quebraduras de cabeza que me está produciendo una imagen pintada en un charco que nunca desaparece hasta que el agua se va, y siempre reaparece en las pupilas de los que se deleiten mirando arriba...

...

Como si cerrando los ojos consiguiera alejar las imágenes que me agotan.
Pero por algún lado tengo que decir basta.

...

El negro, pues eso. Se define por la ausencia de luz y color. A veces soy un poco así, sobre todo en días como hoy. Otro día que pasa dejando intensos sabores de sentimientos tan positivos como negativos, si eso es posible. Días que pasan simple y llanamente llenando todo de una relatividad de ésta que te sitúa al borde de un lugar extremadamente alto siendo presa del vértigo y sabiendo que, a pesar de que la suerte va a seguir manteniéndote de pie al borde, vas a sentir como tu cuerpo estalla en cien tipos diferentes de miedo. Miedo a caer, a perder, a tener que dejar atrás a alguien, miedo a tener miedo. Y si no te caes es porque hay algo que te sostiene, decir lo contrario sería mentir y también muy egoísta, y nunca me he considerado una persona de ese tipo aunque habrá opiniones para todos los gustos. Pero yo estaba hablando del negro y de cuando todo se vuelve un poco de este modo rozando la falta de sentido y sin tomar conciencia de este hecho ni apenas percibir el cambio a través de ningún sentido que te conecta con el exterior. Todo por dentro, más allá de cualquiera que te toque y mucho más allá de todo el que te mire, sobre todo si esos ojos no saben hacerlo. Absorbiendo todas las longitudes de onda del mundo y reflejando ninguna porque quizá se ha olvidado de como hacerlo. Negro. Negro que no es capaz de cambiar su composición. Un algo que no es nada, no se ve nada y no te aporta nada. Soy un negro carbón nada elegante que a veces se calla pero no significa que no tenga nada que decir, porque dentro puedo poseerlo todo. Soy un negro sin tiempo que se parte en dos de impotencia al ver que es capaz de perderlo todo tan sólo por haber guardado demasiado bien lo que conserva y que reposa en su interior, un universo acromático que ya conozco y que no es para mí sino para otro universo que se esconda en el interior de otro color que sepa comprender de donde nace todo este sinsentido que vomito...
Pero no pasa nada, sólo es negro. El negro es bonito.

...

No sé cuál es el problema, no sé si es mejor callarme o dejar de escuchar. Cada día las palabras tienen menos sentido o serán las personas las que no les dan el uso que deberían tener. Todo es un hablar por hablar que termina cansando ya. Un hablar que no conduce a ninguna parte, que hace gala, por el contrario, de ciertas carencias humanas y compromisos que no se terminan cumpliendo. Últimamente prefiero aumentar el inventario de música escuchada porque, por mucho que quiera, no encuentro personas que tengan algo diferente que decir.

...

Cuando la noción de aquello que anhelas se acerca de tal manera que rompe toda distancia de seguridad y se vuelve tan sorprendentemente alcanzable, parece tan sumamente fácil estropearlo de cualquier modo posible y de carácter inevitable, casi desesperadamente, por un pavor innato y solemne hacia la idea concebida como inalcanzable de una felicidad construída desde su inicio con un material más sólido que las simples muecas alegres que deforman las caras en su máximo equilibrio. Estropearlo como si amase la destrucción de cada halo de luz que pueda adivinarse sobre la frontera del propio mundo pensando que pueda ser un ataque contra el mismo y lo dañe de alguna forma irreparable e imposible de reconstruir con los mecanismos y recursos de los que se hacen uso ahí. Estropearlo como si el mundo no fuera a ahogarse en sus propias lágrimas de ver cómo se aleja lo que pudo haber sido el comienzo de otra cosa que, sin saber si podría ser mejor o peor, merecía la pena.

...

Lijas para la piel que duele, veneno para lo de dentro que de dolor muere.
Pesadas cajas que te envidian los vacíos y álbumes llenos que recuerden lo peor que has vivido.
Siempre un defecto pesa más que cien mil papeles escritos con virtudes que ya tienen los demás.
Hay pasos que hacen eco en medio de una multitud, pero nadie está escuchando porque si no haces reir no cuentas como un normal ser humano.
Guardar corcho bajo el pecho hace que el propio peso no sea el que me hunda, aunque las ganas pesen más.
Tirar piedras a lo lejos es la cura para los males que no parecen tener remedio.
Escrutar el cielo, desde el océano que guardo en mi interior agitado de esconder la procesión por dentro, donde no pueda oirse, sin que desvele a los sueños más pequeños.
Despierto sigue el mundo cuando dejo de mirar. Menos duro que mañana, menos ganas que ayer de enfrentarse a algo que tu nombre siempre parece olvidar.

..

Todo el espacio está lleno de notas mentales que hablan de un mundo en el que no se debe caer cuando no se está preparado. Porque avanzar es demasiado fácil si no sabes hacia a dónde, por qué o por quién. Las personas se cansan de jugar al azar sin otorgar un sentido a lo que hacen. Entonces aparecemos llenando las manos de intentos que ponemos en otras que creemos que valen más que las nuestras propias, pero nada aprende a volar si la paciencia para enseñar se agota con los primeros pasos de un primer tiempo hacia una meta que creías tan perfecta que quemó todo eso que pretendías ser y dejó únicamente los huesos que habían perdido la vida mucho antes de sentir ese final en la propia sangre. Y si tuviera fuerza lucharía por ti y por todo lo que eres y todo lo que quieres ser un día. Y si tuviera fuerza avanzaría por ti y serías el mejor de lo sentidos que pudiera dar a lo que hago, y el azar igual caería en el olvido pues me devolvería siempre a donde soplara ese aire inconfundible que no ha dejado de atraerme desde que llegó aquel día, un día cualquiera que llenó de ilusiones un espacio cargado de notas mentales incapaces de borrar de un mundo que has mejorado clavando banderitas en cada beso por sus frías madrugadas y estando sin estar en sus largos días, los cuales empezaron a volar por instinto o por inercia y sin remedio como mi cabeza y lo peor es que lo sabes, sabes que a veces pienso de más.

[echo tanto tantísimo de menos...]