...

Donde anida la tristeza, donde mi espalda reposa con firmeza,
aquel pobre escalón de un piso cualquiera, a donde nadie nunca llega.

Con la cadena atada a un pie, permitiendo un ligero movimiento
hacia arriba o hacia abajo de esta insomne escalera.

Siempre fiel a ella, el punto de retorno por excelencia,
el abrazo de un cuadrado de madera hecho para la espera.