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Aterrizan por un momento los pies y la tierra me rodea, yo soy la isla de un estéril mundo, me encuentro en el medio de yo sé perfectamente qué, yo sé perfectamente dónde. Mis pies efervescentes se intentan desplazar a pesar de mis órdenes mientras las manos se descruzan lentamente, me deshago de esta sensación de culpa. Me desnudo por completo de muros e impedimentos, me muevo y tomo aire como quien sale a la superficie tras aguantar la respiración un rato bajo el agua. Noto calambres en los dedos y energía salir por cada uno de ellos después de enervar todo mi cuerpo, mi mirada se eleva y se clava en el cielo, me engancho y me cuelgo de un punto cualquiera en él porque cualquiera me vale, y rozo la inmensidad...

Aterrizan mis pies en la arena con rabia y el agua pronto comienza a rodear mis tobillos de forma violenta; calculo que a este ritmo pronto no conseguiré verme las piernas. No puedo apartar la vista del mar que pretende sumergirme en su interior, es un amor que no sé si es correspondido, es un castigo por yo sé qué y sólo yo sé la razón. No me resisto a su furiosa justicia, el lugar en que me encuentro lo he elegido yo. La veo venir, enorme, paciente, sabe que no tiene cosquillas, que luchar contra ella es de locos. No sé pensar bien a pocos segundos de ser arrastrada. Sin resistencia, cierro los ojos, escucho el estruendo que genera a pocos metros, abro la boca, cojo aire, lo retengo y me abandono, 3, 2, 1...