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Vidas que nacen y mueren; vidas que caminan ausentes o presentes, que difuminan pasos de cebra para vivir en gris. Vidas que gastan más de lo que tienen, que se desgastan y no son conscientes. Vidas que miran sin actuar, vidas que actúan sin pensar. Vidas que encuentran y luego pierden, vidas que destruyen otras vidas, que se destruyen a sí mismas. Vidas, allá a donde vayas, que aman y lo proclaman, o que odian y no hacen más que conjurar. Vidas que rebotan en las paredes, se caen y se vuelven a levantar. Vidas, todas valen la pena, la mente luego las perturba. Vidas que necesitas, vidas que te llaman a vivir... Vidas que gritan y estiran sus hilos de vida. Vidas... las que se derriten en las calles, las que observo desde mi ventana. Vidas que tienes en tu vida, a las que quieres ver esbozando una sonrisa...

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No todos hemos merecido el premio de ser felices. Puede que un día, mientras descubres el valor de la luz del sol estando en los bajos de tu alma, te topes conmigo. Te invitaré a pasar, charlaré contigo de la vida y de la gente, te regalaré un poco de agradecimiento; y te pediré que, por favor, al salir cierres con llave y apagues la luz. Olvida todo, olvídame, y sólo así podremos continuar tejiendo la soledad que hemos venido a compartir.