...

Tengo el alma y el pincel,
ahora ¿quién me dice qué hago con él?
Ya no me basto por mí misma,
ya no hay pistas, no hay nada
y no me llaman derrotista
por perder sólo una batalla.
No hay eterno sufrimiento,
pero no hay sombra que aparte este complejo
de no saber rimar los días,
de no tener fe en la vida,
que sólo son ecuaciones que no despejo.
Intento ver la luz, pero me mareo.
Siento que no hay medida, no hay libertad
y si la hay, la doy por abatida.


"Es preciso, ante estas ciudades, suspender el juicio hasta un día, hasta que repentinamente -o quizá poco a poco aunque esto apenas es creíble- tome forma una cosa que adivinamos que está presente y que no vemos, hasta que esa sustancia que se arrastra ahora por el suelo se solidifique, hasta que los que ahora ríen tristemente aprendan a mirar cara a cara a un destino mediocre y dejen vacías las construcciones redondas o elípticas de cemento armado para recogerse en la intimidad estrecha de sus casas".

Tiempo de silencio, Luis Martín Santos