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Enciende un ojo y levántate. Sube la persiana de la derecha, ahora la de la izquierda. Oye el microondas del vecino. Ve al baño, desnúdate, métete en la ducha y haz que duermes bajo el agua. Doce minutos, ni uno menos. Arréglate como puedas el pelo, vístete. Abre la nevera, coge el yogurt de arriba a la izquierda. No te sientes. Cepíllate los dientes, arriba, abajo, ras, ras y repite. Coge la mochila y vete. Saluda, da los buenos días al portero, última mirada al espejo y a la calle. Ponte los cascos, frunce el ceño por el sol y camina, camina... paso de cebra, corre. Camina, La Farola no gracias, gira la esquina. Avanza, avanza, la cola del bus es larga, sigue caminando recto. Huele a desayuno, café. Los porteros barren los portales. Cinco minutos, pasa el bus. Maldiga, señorita. Anda, paso a paso, mira a la gente, caras de sueño y cabreo, te suena éste... y éste también (¿a dónde irán?). El quiosco se acaba de abrir, el frutero te dice 'hola'. Llegas tarde, vamos, venga, acelera. No pienses. Mira el reloj, sube la música. Joder, por qué siempre corriendo, por qué tanta prisa. Si cuando llegues querrás volverte a ir.