Small eyes, big looks

El mundo sigue en obras y yo no consigo llegar a mi destino. ¿Cuántos caminos pueden recorrerse a ciegas en un año? Perdí la cuenta. Esta ciudad nunca estuvo bien señalizada.
Las mañanas no han cambiado... 365 pestañeos que me dejan con ganas de seguir durmiendo, el mismo café agrio y caigo lentamente en el abismo cotidiano, soñando con volar lejos. Tantas veces he deseado que pasara el tiempo y ahora me encuentro en ese futuro, bajo luces navideñas ocultando realidades, que no deja de ser esa linea gris circular y tengo la sensación de que esta parada ya la he pasado. Donde muchos me han abandonado. Madrid no olvida esos trescientos y pico latidos, aunque sean latidos sin vida.
Dicen que todo va a mejor, me pregunto quién será... porque me asomo a la ventana y no veo gente. Tan sólo seres trajeados que cruzan las calles sin mirar, puede que a propósito. Entonces es cuando comprendo que no soy la única a la que una desconocida le saluda por la mañana en el espejo. Somos muchos... los que nos empeñamos en fingir cuando la almohada deja de juzgarnos. Es felicidad moderna: infelicidad de última generación. Y a nadie le importa.

Al mundo le sigue subiendo la fiebre y nos vamos a quedar mirando, un año más.

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