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No hago más que pensarlo,
dar vueltas a una idea,
exprimirla, estirarla,
retorcerla, tirarla contra la pared
y rebotarla,
comprimirla, masticarla
y escupirla...
Finalmente la desecho,
porque nunca sirve de nada,
y pensar no es suficiente,
y me siguen faltando agallas.

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Ya no se estila perdonarse los pecados,
mejor cortarse en pedazos
el amor propio que escasea
en la muñeca.
Pensar un gramo de más
jamás, si no cobras horas extras
y haz alarde de tu racionalidad
tomando el cámino más fácil
otra vez de vuelta a tu piel muerta.

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Si llegas y no estoy...
Si se me acabaron los pálpitos... sonríe, pues encontré al otro lado lo que siempre he buscado.
Si llegas y me he ido...
Si se me agotan los latidos y pierdo el ritmo en el combate, piensa que fue justo
pues los débiles jamás pasan de principiantes.
Si regresas y no he vuelto, cuando despiertes no recordarás... será mejor así.
Pero en mis eternas noches frías te echaré tanto de menos
que hundiré mis ojos en la Tierra para verte
y no podré evitar deshacerme en lluvia
y acariciar tu ventana, mientras observas sin motivo...
Haciéndote saber así que no estás solo aunque no sepas quién soy,
aunque ya no esté contigo.

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Viviendo la torpe creación
de un hebrio sin talento,
salto doble espacios,
tropiezo con acentos.
Con los días escritos,
paso las páginas recicladas,
plagadas de palabras
que no digo.
No hay giros de guión,
me siento punto y final
de un capítulo perdido.
Comprender que no se acaba bien
si es otro quién escribe con mis dedos;
si sólo vivo las penas
terminando con mi nombre en portada
y una lágrima impregnada
de tinta negra.

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Puedes pujar por la magia, acariciar los horizontes vacíos de brujas, jugar con canciones y ganar cajas con números que cambiarías por instantes que te hicieran tiritar... Puedes mirar al techo con bucles por ojos, dejando los sueños cojos resignados a esperarte. Pero ya dijo Van Gogh que las noches se acaban estrellando y no sabes deshacerte los nudos que te has atado a su mano, me temo que en vano...

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Mis alegrías aleatorias
y finitamente probables,
historias para dormir
pero desear no despertarse;
de la nada hallarse parte
y, mientras mudo las memorias
de antagonistas, norias
y laberintos sin rescate,
sucumbe la pena a mis talones
y unos metros por detrás,
yace la gloria.

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Taladra la agonía,
sin dilación.
Que me agujeree consciente,
que me parta y arranque
de mí todos mis yo.
Que me escupa lento
y me tuerza los huesos.
Que muera el aspecto
y este vano desperdicio
que se regodea en mi reflejo.
Apatía,
llegas de nuevo, complaciente,
sedienta de mi condición.

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Adicta al goteo lacrimal
me introduzco en una disyuntiva:
dejo el asunto zanjado
seducida por el ventanal
testigo de la caida,
o me trago las entrañas
de patrañas, y nudos,
y emergencias de salida,
desgastándome con el temporal
que por ti no tiene tiempo,
ni principio,
ni final.

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Esa mirada asimétrica
me corta secante el órgano motor
de mi convexa tristeza.
Tus mitades son presa
de mi geométrico interés por conocer
todas las partes que componen tu estructura;
locura de escolares sumidos, sin querer,
en triángulos aberrantes.
Esa miraza azul tangente,
que va recta a clavarse en algún surco
de estos días que trazo
y acostumbro a esperar
en cualquier lado,
cualquier giro de cualquier grado.
Caminan los intentos
y el silencio agudo de mis pasos
dibujando lenta mi figura,
esa desconocida paralela
que se tortura, pero al menos
va a tu lado.

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Ahora que he perdido el hilo
me ahorco suave y lentamente
para sentir como se arrastran las palabras por la garganta,
esas que no son para mí, porque no las he merecido.
Ahora que regresas a mi mente desahuciada
y a escondidas, pediré perdón por no ofrecer mejor refugio
a tu frágil mirada que sostener ya no me toca
porque ya no hay tiempo para mí, ni para crear algo que no existe
ni hay un as escondido pretendiendo que el juego continúe.
Ahora que es tarde y he perdido los papeles
y los guiones y las ganas de seguir interpretando,
me rindo al final predicho, me cierro a la escucha
y me muerdo la lengua.