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Me tienes, girando en el sentido equivocado en el que giran tus impulsos, latigazos y frío envuelto en un abrazo que se queda en la intención más que en el acto. Me tienes, manipulando el tiempo y su final virgen e intacto sólo por el placer de bailar las horas con la ropa por el suelo y los errores dirigiendo el momento.

Me tienes tan cerca que no quieres tocarme. Me tienes miedo. No eres capaz ni de rozarme, ni alcanzarme siquiera. Me tienes, de ninguna manera.