...

Todas esas cosas que dijimos hace años que no haríamos, todos esos pudores que emanaban de cada estridente carcajada que dejábamos ir. Toda esa inocencia.
Luego vas aprendiendo que tu vida no es aquello que decidiste no hacer sino eso a lo que te atreves cada día, los pasos que das. Te vas desnudando al mundo, para llegar un poco más allá. Para conocer de lo que eres capaz. Porque al final tan sólo se trata de estar agusto con tu piel.

...

Supongo que las obsesiones no te salvan, por muy buenas que sean. Debíamos haber supuesto que las nubes no iban a encontrar en nosotros aquello que estaba haciendo herida y, ni por asomo, sacarlo de dentro. Tampoco las personas que dicen que lo entienden consiguen hacer que nos sintamos menos solos. Probablemente tampoco los lienzos, las acuarelas, las canciones o las fotos. Perdimos el tiempo, por decirlo de alguna manera, proyectando hacia fuera los problemas y sus respectivas soluciones, cuando hay que atacar el epicentro. Fuimos, de algún modo, moldeando el contexto para hacerlo más cómodo entre nosotros y lo que pinchaba (y dolía, mucho) evitando encararnos con 'eso'. 'Eso' que puede acabar contigo de la manera más sutil por lo subestimado que es. Pero si no lo eliminas, se alimenta de ti. De tus defensas y ganas de vivir. Y es que es más fácil posponer los miedos y dejarlos para luego, por si luego igual tenemos más recursos que ahora... por si luego se han hecho más débiles. Porque nunca reconociste que la débil eras tú, que no podías pelear sola, que estabas huyendo de lo que pasaba, que no tenías ganas de cambiar.