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Hay palabras que no son fáciles de pronunciar, no por el modo en que los oidos de los demás las procesan sino por la manera en que te hacen sentir cuando articulas cada una de sus letras. Qué complicado es decir la verdad a veces, tan sólo eso... la verdad: cómo te sientes, qué necesitas. Explicarte... y no sentir verguenza por ser escuchado al destaparte. Decirlo todo, hablar sin pensar, con el corazón. Abrir las puertas que has estado cerrando a conciencia, encontrar las llaves que destruyó tu vergüenza. Reproducir las palabras tal y como fluyen por tus venas, sin pérdidas ni cambios, liberarlas de cualquier matiz que pueda herir. Que no reboten y te hieran a ti. Yo nunca supe explicarme, quizá es que no he practicado lo suficiente. Tal vez es que no hay oidos que sepan entender del todo... que sepan entender que tus palabras son manos que tiendes desde los sótanos de tu corazón para sentir que hay alguien cerca, un grito sutil de ayuda, una parte de ti que encomiendas a alguien para que tus noches se hagan menos duras.
Las sombras nos corrompen. Todos necesitamos ayuda.