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Me conozco este suelo como la palma de mi mano. Me sé de memoria estos cielos que para mí ya llueven gris. He recorrido cientos de veces las aceras que no llevan a ningún lado, y mucho menos a casa, cuando es lo que más necesitas.

Miles de fachadas han sido testigos de lo mejor y lo peor de mí. He querido, odiado, gritado, besado, llorado... He perdido y he ganado, he caido y vuelto a caer... He vivido siempre aquí, entre paredes que nunca duermen y farolas que no se encienden si no saber volver.

Pero como dijo alguien grande... cada ciudad puede ser otra. Tan diferente como perspectivas, como seres humanos que la habitan. Si pisas estas baldosas a mi lado, no siento lo que una vez sentí. Todos los colores que pueda haber, quiero que me los enseñes sin darte prisa, sin soltarme la mano.