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Cautela, señorita. Lo que sientes no es real. Llego a esa conclusión parándome innecesariamente ante el rojo de un semáforo de madrugada. Mi fallo es tratar de encontrar lo que no existe. Creer en las cosas que no son, ni tienen oportunidad de ser. No dejo de preguntarme si el motor de la existencia se halla en la naturaleza de cada uno. Si se decide, o te lo encuentras un día de frente. Si nos limitamos a sentir lo que venga o desechamos a nuestro antojo aquello que no logra convencernos. No me mires mal si algún día me sorprendes pidiéndote un sentido, aunque probablemente no obtendré respuesta alguna. Nadie logra contestar, ni siquiera sin usar las palabras. Prefiero que no usen las palabras, gracias. Pero ya no sé quién besa o abraza de verdad. Sin embargo, he sobrevivido, aunque no le des demasiada importancia. Sigo viva cuando vuestras miradas se alejan, aunque os cueste caer en la cuenta. Una vez me preguntaron y contesté que no. Ya es por manía. Pero es la verdad, hace tiempo que no sé escribir ni me gusta lo que escribo, porque hace tiempo que no sé sentir. Lo que siento no es real. Aun cuando el aire azota todas mis capacidades sensoriales, es sólo un instante, y después desaparece. Todo es efímero, relativo, incandescente. Nada permanece. Alguna despreciable pieza de esta máquina imperfecta no cumple su función y sólo consigo reiniciarme. En lo que hoy puedo creer, mañana habrá desaparecido. Es dificil confiar en uno mismo así. Y no dejo de subir a la superficie a respirar mientras pienso: "quizá sea esta vez", para volver a dejarme caer en manos de las mareas. No pasa nada, no es real. No le des tanta importancia. Un poco de calma...