Vivir, ese montón de deudas que pagamos sin necesidad de dinero. Eso que nos deben y, muchas veces, nunca llega. Eso que damos y se pierde en cúmulos por el cielo. Eso que nos arrancamos por otro, porque creemos ciegamente que merecería la pena. Esa continua decepción, de no sentir que vales tanto como para cerrar el trato. Ese miedo a envejecer, y hacer que otros paguen las consecuencias de lo que hicimos o dejamos de hacer.