En esos instantes en que nos besamos los labios, nos mordemos y nos atrapamos, empiezo a sentirme humana. Tus besos, tu contacto, tu calor me devuelve a mi propia existencia. Y no quiero parar, y te busco. Porque no vale cualquiera. Pero cuando dejo de besarte, eres uno más. Porque sólo eres eso, besos.

Soy muy infeliz viviendo más en mi cabeza que en el mundo,
y aún no he encontrado a nadie que lo pueda entender,
desprovisto de armas y juicios.
Lo único que he aprendido, es que no se puede amar destruyendo.
Y aún así prometo que algún día sonreiré cuando te recuerde.
Primero, necesito volver a reconocerme.
Se agarró a la pared, tomó impulso y volvió dentro. Dejó su cuerpo quieto y se fue.
 Dentro, ¿dónde? De sí mismo. 
¿Entonces? Corrió las cortinas de su vida y buscó en las pilas de cacharros,
mientras algunos caían haciendo estruendo.  
Pero él lo encontró, allí estaba sin apenas tocar, el rincón de los diez años, la habitación antigua, el hueco entre literas.
Y se escondió allí, seguro, al fin.
Lo cierto es que, mientras escribo esto, tú quieres a otra.
Y la quieres, mientras enciendo el aparato de música y me inquieto.
Mientras espero que haya un lugar para nosotros,
mientras espero que me veas, algún día.
Tú has elegido ya, y yo acabo. Y ahora me toca dibujarte.
Que las palabras ya no...
Gracias por haber elegido tu papel para esta obra.
Por haberle dado vida en estos días de invierno, en estas noches cerradas.
Por haber formado parte de esta historia.
Hazme reír, hazme llorar. Seguiré sin saber cuándo abandonar.
Como una mala broma.
A veces, ni el mayor de tus esfuerzos consigue ser algo gratificante.
Personas que te plantean la duda: Tanto, ¿para qué?
Le conocí de tres maneras.
Con la primera ya fui suya.
Fue el ansia de querer adelantarme al mundo.
Sólo quería verte aparecer en una ciudad que odio.