No me concentro en ningún sitio, no me parezco a ningún lado.
Ya no había lugar donde contradecirme o soportar mi apariencia.
Quería cubrirlo todo de medianoche y llover la vida pasar.
Y es que, a veces, estoy, fugaz y brillante, en mi paréntesis de ceniza.
Y es que otras, cabe en mi sombra esta ficción, tierna y prometida.
Todo esto es materia, irradiando un olor oscuro y después,
me quedo fría y, además, pronuncio esa hemorragia que me lleva
a mi comienzo y a mi espacio, a las nubes que salen en los libros.
Recojo mis cosas tontas y poemas, y me abandono en la orilla,
preguntando a los espejos, como si nadie hubiera escrito ya de esto, 
como si nadie hubiera contemplado este invierno suspendido
y este vaivén violento que hace el viento
donde sólo queda crecer más adentro de uno mismo.