En las noches de verano, las más largas e insomnes, es cuando, más que nunca, se aparecen. Tienen caras amigables, se manifiestan a veces entre caras conocidas, entre voces familiares, aullando cerca de mi garganta, sin respetar espacios, tiempos, deseos, nada. Aparecen de repente pero nunca puedes olvidarte de ellos una vez que se van, porque lo impregnan todo con su hedor y te absorben el día a día mientras se refugian en tus miedos, en tus pesadillas, y así, sin querer, se van llevando tus ganas de todo. Son fantasmas, en ocasiones ni siquiera los tuyos propios. Perfectos fantasmas de otras vidas que te recuerdan lo lejos que estas de ser uno de ellos, de ser tan buena que puedas siquiera intimidar. Son ideas que te rondan la existencia sembrando el autodesprecio una vez que te comparas con ellas. La violencia en tu cabeza.
Fantasmas que te vienen a recordar lo que siempre supiste. No se puede luchar contra ellos...