Me paré en seco, una vez más, aunque no recordaba ya la última, y me dije: "Recuerda esto". Me obligué a ello, más bien. Guardé el instante intacto en el almacén de momentos o, como solía llamarlo, "Pequeños empujones para la vida diaria". Los que entran ahí tienen una luz, un color, un sabor sustancialmente diferente al resto. No es que lleguen al corazón, es algo más allá, un nivel más complejo; una sintonía entre corazón, cuerpo, cabeza... casi como el amor. Y lo quería, quería que durase más tiempo, no para siempre, pero sí lo suficiente como para que hubiese un cambio. Como si pudiese surgir una ínfima puerta en medio de todo que condujese a la propia vida, pero más adentro. Algo que pudiese coger con las manos y abrazar, como una persona a la que quieres y te quiere a su vez, como esa persona. Es ese aire que al impregnarte los pulmones se lleva la desazón y te invita a seguir hacia adelante, a hacerlo todo simple cuando realmente es así de simple, a pesar de que sigues odiando al mundo, sus reglas y la mayor parte de personas que viven en él. Pero no puedes conformarte con eso, por ello es que aún respiras y aún buscas algo que encuentres digno de llamar verdadero, el gran empujón para la vida.