Decían que era el tiempo. Más concretamente, es un reloj de arena.
Se olvida así, cubriendo de arena esa parte de tu vida, a un ritmo lento pero constante.
Poco a poco, los granos van cayendo adecuadamente en ciertos lugares, tapando resquicios.
No es cálida, a veces araña y pica. A veces desearías que parase, pero no lo hace. El reloj jamás se para,
y la caída sigue su curso.
Cada vez que lo piensas, quedan menos lugares descubiertos. En ese instante sabes cuáles,
es un proceso consciente.
Y tu rostro desaparece poco a poco, como lo que fue. Y va quedando un lugar plano y despejado.
Como una playa. La arena forma dunas, pues hay recuerdos que requieren más tiempo.
Entonces dejas de ser tú, y empieza a ser un desierto marrón de piedrecitas minúsculas.
Así puedo empezar a recordarte como algo que no eras, pero de esta forma no hace daño.