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Voy a echar la vista atrás tan sólo un rato por hoy. Me sitúo donde ahora ya no me reconozco. Lo veo todo desde arriba, fuera de la escena pero, a pesar de todo, entiendo lo que ocurre y por un instante siento lo que sentí. Han pasado tantas, tantísimas cosas, que no sé por dónde empezar. Supongo que por la gente de la que me acuerdo aún de vez en cuando, las relaciones que no he olvidado o no he conseguido superar, de las que en cierto modo me persiguen o dejo que lo hagan. Y me acuerdo de ella, de la chica nueva que cruzó el charco tres años después de que se convirtiera en mi mejor amiga a los trece años dejándome totalmente perdida, la que ahora trato como una desconocida. Me acuerdo de él, del primer chico que me descubrió el mundo de los besos adolescentes y el daño que le hice al final, por inmadura. Me acuerdo de los fines de semana alternados que pasaba con mi padre. De las indeseables que me hicieron pasar uno de los peores años de mi vida. Las primeras discotecas, los exámenes del colegio que nada tienen que ver con los de ahora, el irse definiendo en estilo y música, las broncas con mi hermana, los cines y Mc Donalds y pronto en casa, el mundo aquél... que parecía tan real y no lo era. Parece que han pasado como cientos de años, odio cuestionarme el "y hubiera sido diferente si...". Añoro muchas cosas, lo fácil que era algunas veces, la seguridad del saber dónde estabas, pasar el tiempo con ciertas personas. Pero a pesar de todo no creo que volviese allí, a la niña con aparato y gafas, al ver la vida brillante y después saborear la cara opuesta. Echo la vista atrás porque llevo tanto tiempo evitándolo que no puede ser sano. Porque para bien o para mal eso fue todo lo que me ha traído aquí.