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De horizontes que se doblan color rosa marchita sin esgrimir argumentos en contra, dispersando su triste reflejo en los sucios cristales de la ciudad, como el brillo que han perdido todas esas llaves que abrían aquellas puertas a las que nunca fui capaz de enfrentarme.
De historias y apologías de mí misma dibujadas en forma de burla y de butacas sin nombre, como todas esas angustias que emanaron del temor de una ausencia que siempre estuvo presente en mi cabeza.
De imágenes que alumbran los caminos de vuelta al punto de partida por excelencia, adolecida y casi adoquinada entera, como el aire que huye de la boca al respirar alisando los sentimientos que me conducen a la antítesis tú-yo que se vuelve cada vez más de cartón y yo más pequeña asonante...


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Acabo de despertarme. Primero paso por ese segundo rápido que me hace preguntarme dónde estoy (aún no me acostumbro a haber cambiado la posición de la cama desde que mi hermana se fue) y qué día es. Una vez ubicada, veo que estoy sumida en una maraña de cables de espalda para abajo. Últimamente la forma más eficaz de dormirme resulta escuchando algo de música antes, y aún así sigo dando vueltas y vueltas... Percibo un olor bastante apetecible que viene del patio, colándose junto con un poco de luz por la ventana que siempre dejo abierta. Tengo calor aunque mis pies están fríos, como mis manos, y a pesar de mis intentos de buscar a Scott con los ojos aún cerrados intuyo que habrá acabado en algún lugar del suelo, posiblemente al lado de los calcetines negros que lancé anoche por el aire al acostarme. Creo que el estado de mi habitación es verdaderamente inhabitable, pero eso, claramente, no es lo que me quita el sueño. No sé por qué tengo la sensación de que es tarde y un ligero sentimiento de culpa me empieza a invadir, porque tengo que hacer demasiadas cosas, más de las que me siento capaz y muchas más de las que me apetece hacer. Opto por evitar la opción fácil y me levanto porque me autoconvenzo rápidamente de que estando entretenida no voy a pensar.
El día está soleado aunque ha estado lloviendo toda la noche. Entonces esta idea se aparece fuerte ante mí: me apetece que sea domingo, un domingo de esos en que tienes algo de resaca; me apetece que esté muy nublado y que las gotas no dejen de caer, que si acaso alguien pueda rescatarme para dar una vuelta en este día en que para mí el tiempo queda en suspenso; que haga algo de frío y no tener mucho que hacer más que sobrevivir a él.
Se me ha ido la cabeza en estos últimos minutos y vuelvo a ser consciente del presente como si un hilo hubiera tirado de mi pie izquierdo que volaba ya muy lejos y me hiciera entrar por esta ventana que, por cierto, aún sigue cerrada y debería abrir para que el aire entre y deje que la habitación y yo podamos respirar, para que vuelva en mí (para que vuelva a ti desde aquí) y siga buscándome en largos escritos que no dicen nada.

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Me hace gracia que de todas las afirmaciones que hago sobre la vida, el mundo y la gente, probablemente, las que tienen menos riesgo de ser erróneas son las que se refieren a mi persona pero, sin embargo, todo lo que escribo sirve para darme cuenta de que a pesar de estos años no me he llegado a conocer casi nada.Cada palabra es un tanteo sobre mi cuerpo y mi cerebro, como cuando se siente el tacto adecuado de alguien también adecuado. Sentir un escalofrío y saber que igual estoy haciendo lo correcto. Pero nunca está claro qué es lo correcto y lo que no. Me atraen tanto las preguntas que nunca llegan a ningún lado. Y aquí es cuando voy a empezar a desvariar. Me atraen tantas cosas que hace tiempo llegué a la conclusión de que vivir podía ser algo grande que no puedes tomarte tan en serio porque en algún punto acabará. Todo lo vivido, absolutamente todo desde algo tan perfecto como un abrazo hasta una decepción, no me sitúa más que en el mismo punto sin retorno en el que ya me encontraba, probablemente pensando algo parecido y mordiéndome los extremos de las uñas. Hay manías que no se van, como los vicios. Y aquí podría decir mil cosas pero con mencionar los soberbios lacasitos es más que suficiente, y cómo este hecho sin aparente importancia se convierte en algo trascendental cuando se relaciona todo y un alguien te sorprende regalándote un tubo lleno de esas grageas de chocolate y te trae un momento de esos que dejan huella aunque nada crucial ocurra en ellos. Creo que eso es lo que me gusta, que las sorpresas nunca cesan si te dejas, porque las personas tenemos pinceladas de inquietud, incertidumbre e improvisación suficiente para que los días sean diferentes. De la misma forma me estoy sorprendiendo yo con esta vena repentina de positividad cuando el día está aquí peor que gris y la noche cae sobre un flexo a pocos centímetros de mí y el mundo me empuja irreversiblemente al estudio de teorías perceptivas con esta desconocida en mi interior bebiendo cafeína y hablando de tonterías.
Hoy no duermo.

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El diagnóstico del médico ha sido que mi deseo de cómo salga todo es inversamente proporcional a cómo suceden después las cosas. Me ha dicho que la cura consiste en relajarme y no pensar tanto para ser totalmente como soy, que tengo que tener paciencia (y si tengo suerte también la tendrán conmigo), que no debo empequeñecerme, que no me agobie con el hecho de que pueda suceder algo que acabe doliéndome. Igual si le hago caso algo empieza a mejorar.


"Se necesita valor para cambiar el rumbo establecido de los acontecimientos... mucho valor."

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No sé muy bien qué es lo que quiero decir con esto. Reflejos. Creo que quiero referirme a todo ello que es y al mismo tiempo no es. Últimamente me doy cuenta de muchas cosas, últimamente soy consciente de esa parte de mundo que no conozco, una parte que puede ser perfectamente un 90% o quizá más. Y también pienso en el otro supuesto 10% que creo que es la realidad, pero es tan sólo como yo la veo desde mi perspectiva. Nada es objetivo aquí, ni siquiera las personas que te conocen pueden serlo. Lo que soy entonces queda definido por versiones sesgadas de mí en el resto, trozos que selecciono del mundo exterior porque así lo quiero. Eso que no veo y que ocurre a mis espaldas. Y si todo lo que no conozco hablase de mí, ¿coincidiría con lo que dice la otra parte? ¿Habría algo nuevo que decir, algo nuevo que aportar a la idea de mi remota existencia? Reflejos. Veo reflejado el cielo en el agua, las siluetas en los escaparates y los rostros en los espejos. Todo igual pero del revés, no sé qué sentido tiene eso; puedo darle el que yo quiera y hoy me he empeñado en esto, supongo que es debido al exceso de información que recojo estos días en la memoria y tengo que expulsar los excrementos y éste es el modo. Y vuelvo a la idea de que igual esos reflejos conocen la realidad tal y como es, igual lo que veo al reflejarme tiene la versión que es objetiva pero, ¿cómo podría saberlo en cualquier caso? Si ese mundo que se esconde tras las cosas relucientes se limita a imitar la visión que tenemos y le damos a todo, sin aportar nada nuevo a excepción de las quebraduras de cabeza que me está produciendo una imagen pintada en un charco que nunca desaparece hasta que el agua se va, y siempre reaparece en las pupilas de los que se deleiten mirando arriba...

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Como si cerrando los ojos consiguiera alejar las imágenes que me agotan.
Pero por algún lado tengo que decir basta.

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El negro, pues eso. Se define por la ausencia de luz y color. A veces soy un poco así, sobre todo en días como hoy. Otro día que pasa dejando intensos sabores de sentimientos tan positivos como negativos, si eso es posible. Días que pasan simple y llanamente llenando todo de una relatividad de ésta que te sitúa al borde de un lugar extremadamente alto siendo presa del vértigo y sabiendo que, a pesar de que la suerte va a seguir manteniéndote de pie al borde, vas a sentir como tu cuerpo estalla en cien tipos diferentes de miedo. Miedo a caer, a perder, a tener que dejar atrás a alguien, miedo a tener miedo. Y si no te caes es porque hay algo que te sostiene, decir lo contrario sería mentir y también muy egoísta, y nunca me he considerado una persona de ese tipo aunque habrá opiniones para todos los gustos. Pero yo estaba hablando del negro y de cuando todo se vuelve un poco de este modo rozando la falta de sentido y sin tomar conciencia de este hecho ni apenas percibir el cambio a través de ningún sentido que te conecta con el exterior. Todo por dentro, más allá de cualquiera que te toque y mucho más allá de todo el que te mire, sobre todo si esos ojos no saben hacerlo. Absorbiendo todas las longitudes de onda del mundo y reflejando ninguna porque quizá se ha olvidado de como hacerlo. Negro. Negro que no es capaz de cambiar su composición. Un algo que no es nada, no se ve nada y no te aporta nada. Soy un negro carbón nada elegante que a veces se calla pero no significa que no tenga nada que decir, porque dentro puedo poseerlo todo. Soy un negro sin tiempo que se parte en dos de impotencia al ver que es capaz de perderlo todo tan sólo por haber guardado demasiado bien lo que conserva y que reposa en su interior, un universo acromático que ya conozco y que no es para mí sino para otro universo que se esconda en el interior de otro color que sepa comprender de donde nace todo este sinsentido que vomito...
Pero no pasa nada, sólo es negro. El negro es bonito.

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No sé cuál es el problema, no sé si es mejor callarme o dejar de escuchar. Cada día las palabras tienen menos sentido o serán las personas las que no les dan el uso que deberían tener. Todo es un hablar por hablar que termina cansando ya. Un hablar que no conduce a ninguna parte, que hace gala, por el contrario, de ciertas carencias humanas y compromisos que no se terminan cumpliendo. Últimamente prefiero aumentar el inventario de música escuchada porque, por mucho que quiera, no encuentro personas que tengan algo diferente que decir.

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Cuando la noción de aquello que anhelas se acerca de tal manera que rompe toda distancia de seguridad y se vuelve tan sorprendentemente alcanzable, parece tan sumamente fácil estropearlo de cualquier modo posible y de carácter inevitable, casi desesperadamente, por un pavor innato y solemne hacia la idea concebida como inalcanzable de una felicidad construída desde su inicio con un material más sólido que las simples muecas alegres que deforman las caras en su máximo equilibrio. Estropearlo como si amase la destrucción de cada halo de luz que pueda adivinarse sobre la frontera del propio mundo pensando que pueda ser un ataque contra el mismo y lo dañe de alguna forma irreparable e imposible de reconstruir con los mecanismos y recursos de los que se hacen uso ahí. Estropearlo como si el mundo no fuera a ahogarse en sus propias lágrimas de ver cómo se aleja lo que pudo haber sido el comienzo de otra cosa que, sin saber si podría ser mejor o peor, merecía la pena.

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Lijas para la piel que duele, veneno para lo de dentro que de dolor muere.
Pesadas cajas que te envidian los vacíos y álbumes llenos que recuerden lo peor que has vivido.
Siempre un defecto pesa más que cien mil papeles escritos con virtudes que ya tienen los demás.
Hay pasos que hacen eco en medio de una multitud, pero nadie está escuchando porque si no haces reir no cuentas como un normal ser humano.
Guardar corcho bajo el pecho hace que el propio peso no sea el que me hunda, aunque las ganas pesen más.
Tirar piedras a lo lejos es la cura para los males que no parecen tener remedio.
Escrutar el cielo, desde el océano que guardo en mi interior agitado de esconder la procesión por dentro, donde no pueda oirse, sin que desvele a los sueños más pequeños.
Despierto sigue el mundo cuando dejo de mirar. Menos duro que mañana, menos ganas que ayer de enfrentarse a algo que tu nombre siempre parece olvidar.

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Todo el espacio está lleno de notas mentales que hablan de un mundo en el que no se debe caer cuando no se está preparado. Porque avanzar es demasiado fácil si no sabes hacia a dónde, por qué o por quién. Las personas se cansan de jugar al azar sin otorgar un sentido a lo que hacen. Entonces aparecemos llenando las manos de intentos que ponemos en otras que creemos que valen más que las nuestras propias, pero nada aprende a volar si la paciencia para enseñar se agota con los primeros pasos de un primer tiempo hacia una meta que creías tan perfecta que quemó todo eso que pretendías ser y dejó únicamente los huesos que habían perdido la vida mucho antes de sentir ese final en la propia sangre. Y si tuviera fuerza lucharía por ti y por todo lo que eres y todo lo que quieres ser un día. Y si tuviera fuerza avanzaría por ti y serías el mejor de lo sentidos que pudiera dar a lo que hago, y el azar igual caería en el olvido pues me devolvería siempre a donde soplara ese aire inconfundible que no ha dejado de atraerme desde que llegó aquel día, un día cualquiera que llenó de ilusiones un espacio cargado de notas mentales incapaces de borrar de un mundo que has mejorado clavando banderitas en cada beso por sus frías madrugadas y estando sin estar en sus largos días, los cuales empezaron a volar por instinto o por inercia y sin remedio como mi cabeza y lo peor es que lo sabes, sabes que a veces pienso de más.

[echo tanto tantísimo de menos...]