En noviembre toca olvidar,

o ser olvidado.
.
A veces volver no quiere decir quedarse, ni estar aquí es estar presente. Sueño con otros lugares, en los que el mar tenga un tono azul raro, bajo las nubes. O que yo me sienta rara, pero bien; no rara, pero en casa. Otra vez.
Empecé a escribir hace muchos años, muy temprano. Era una edad en la que mis compañeros robaban cigarrillos y bebían a escondidas los fines de semana. Quizá hacer como ellos me hubiera vuelto algo más popular, pero supongo que hay personas que no lo llevan dentro. Con el tiempo aprendí a sentirme algo más cómoda siendo fiel a mí misma.
He acumulado cientos de escritos, la mayoría en un lugar que muy pocos conocen y algunos otros que jamás verán la luz. No todos eran precisamente alegres, y tener esta afición a los 15 años sirvió para que varias de las que se decían "mis amigas" insinuasen que, si no era feliz, había otro lugar al que podía ir, antes que vivir sufriendo. Con mi corta vida, sin haber sido culpable más que de sacar lo que llevaba dentro, recibí la primera lección que iba a aprender de cómo es la vida y de cómo puede ser la gente. Por supuesto, se me vino parte de mi mundo encima y me sentí tan diferente que por un momento deseaba empezar de nuevo, deseaba ser otra persona porque, desde luego, hubiera sido mucho más fácil.
A día de hoy y viendo todo lo que he visto creo que las cosas no son mucho más diferentes. Mostrarse uno mismo tal y como es, es un riesgo. Desde fuera, una persona desde el sesgo de su propia experiencia o bien sin tener ni idea, califica como cualidades o defectos algunos hechos que, simplemente, son hechos, ajenos de cualquier opinión mediocre. En este mundo todos tienen una, se vomitan las palabras sin pensarlas. Se asume que las personas conviven con nosotros en cierto espacio y tiempo en una habitación, pero ¿qué pasa con intentar conocerlas? Es demasiado trabajo. Y olvídate, si eres una persona algo más introvertida. No merece la pena el esfuerzo. Sobre todo si eres la de los escritos, sueños, reflexiones y autores desconocidos.
Es entonces cuando la niña de los 15 años vuelve y te lanza una mirada que de sobra conoces, en algún lugar entre complicidad y resignación. Te dice que te entiende, que el mundo no ha cambiado mucho pero tú sí lo has hecho. Que debes, como aquella vez y siempre, ser fiel a ti misma. Aunque haya que disputar pequeñas luchas con los que no quieran o no puedan entenderlo. La vida sigue teniendo cosas bonitas reservadas y muchos, muchos cientos de escritos más por acumular.
Hacen faltas más odas a uno mismo por ser tan personas en este mundo tan de inhumanos. Hace falta más mirarse y decirse: adoro mi sonrisa, aun teniendo un diente resquebrajado. Aunque todo esté empañado, adoro tener días malos. Escribiré, lloraré, no querré saber de nadie y luego volveré a ser la que era. La forma en que a veces aparento saberlo todo cuando es imposible que yo pueda querer eso, la forma en que oler los libros y acariciar las portadas me confirma que ahí dentro hay una cura para el alma. Y bailar a solas, tocar la pared congelada las noches que no puedo dormir. El querer estar tranquila, el tener un poquito de miedo a las emociones. El sentir el vértigo del llano. El odiarme algunos días, el odiar verme a través de los ojos que nunca me han querido. El tener algo en mis ojos, que sólo me hace mirar hacia arriba. Porque hay muchas estrellas bonitas y nubes raras, en este mundo de inhumanos.

Te perdí en una estación, creo que fue al final del invierno del año en que al mundo aún le quedaba algo de cordura. Hay, en algún lugar, un Madrid que nos dio una oportunidad más y un parque que apostó por nosotros, entre cientos. Hay tantos mundos en el mundo, que aun sabiendo dónde estás ya no sé el camino. Es un arte olvidar, escribirnos con minúscula en la historia. Volver a quedarse en blanco en el mismo ensayo de siempre. Yo no me he curado de no haberte vivido, pero eso sigue sin tener significado en este lado de mi pared. La realidad parece una, la realidad hay que escaparla. Te escribo en una calle abandonada, esperando que oigas el eco.
Acabé por difuminarme con los muebles, me volví color pared de una habitación a oscuras.