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Y si no lo intenté doscientas siete veces, no fue ninguna. Cuándo llegará la persona que señalice bien este camino. Que indiquen bien dónde esta la pared que separa las ganas del dolor que se exprime de ellas, cuando ya no se puede volver un paso atrás.
Y pestañeé cien veces más dada la vuelta, procurando hacerte irreal. Mi alma entera proyectando al suelo y yo procurando desprenderme de los restos de mi cabeza, abandonada al viento, que ya no piensa ni se sostiene en un cuerpo que no asume de lo que está hecho.

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Miedo.

No lo sé explicar mejor.