...

A mí me sorprendía tu tranquilidad, tu temple serio ante los acontecimientos. Tú te quejabas de que era una persona de pocas palabras.
M: ¿Cómo eres así?
X: Así, ¿cómo?
M: Tan frío.
X: ¿Y tú por qué sólo hablas para preguntar?
M: No me has contestado, parece que vas por el mundo sabiéndolo todo. Por eso yo pregunto cosas, para seguir aprendiendo.
X: Yo me hago las mismas preguntas, pero no lo digo en alto.
M: Pues hazlo, igual un día te sorprendes.
X: El día que dejes de escribir y empieces a hablar más... sí que me sorprenderé.
M: Pues da por hecho que algún día escribiré sobre esto. ¿Qué te parece?
(Silencio)

Una vez que te acostumbras a un tipo de juego, es dificil que de un día para otro puedas olvidarlo. No siempre sale todo bien, tal y como queremos o hubiésemos pensado... pero cuando todo cambia caes en la cuenta de que las cosas empiezan a salir bien cuando se entiende a la otra persona más que compartir lo que ella hace.