Y tú qué piensas de esto.

Crezco. Me hago un poco más mayor cada día que pasa. Podríamos decir que estamos un poco más cerca de la muerte hoy que ayer, aunque el simple hecho de pensarlo haga que se me sobrecoja el cuerpo. Todas las personas sabemos que sólo estamos aquí de paso. Somos temporales, transitorios. Casi fugaces. Pero nuestra vida del día a día no va acorde con esta filosofía. Puedes empezar a pensar que quiero referirme a alguna de esas expresiones tipo ‘carpe diem’ que tan exprimidas están por la publicidad y por la gente en general, que casi llega a perder el sentido. A mí lo que me preocupa, lo que me lleva a plantearme ciertas cosas es la cuestión de que estoy creciendo y no sé qué es lo que estoy haciendo. No sé qué estoy acumulando, no sé qué es lo que va a quedar de mí. Llegará un momento en que mire atrás y haya conseguido unos cuantos documentos de identidad, la mayoría caducados; papeles, cartas, discos, aparatos electrónicos, prendas, llaves, dinero y demás objetos que han formado parte de mi vida pero que no dicen nada de mí o habrán perdido el sentido que en su día tuvieron. Y, mientras, paso los días con todo eso en mis bolsillos cuando ni siquiera sé disfrutarlo porque no soy feliz. Lo soy en la medida en que puedo, no me malinterpretes, pero soy inconformista. Y eso que la palabra inconformista nunca me ha gustado, me parece demasiado fácil atribuirse el término. Yo quiero ser de otra manera, disfrutar mi vida de forma diferente. Qué pasa si me muero antes de haber hecho, visto, ido, comido, viajado, dicho o sentido (pon aquí todo eso que se te pasa por la mente). Qué pasa si he estado demasiado ocupada en actividades a las que llamo ‘vida’ y dejo de lado la vida en sí misma. Qué ocurre si quiero estar contigo pero decido que tengo otras prioridades. Puede que nunca disfrute de ese sentimiento. Qué pasa si me paso los días soñando despierta ensimismada en mis fotografías de nubes y buscando letras de canciones o textos que expresen mejor lo que siento. Qué hay de lo demás, que hay de experimentar la vida por uno mismo en lugar de sentirse, casi podría decir, atrapado en una circunstancia que es casi tan relativa como cualquier otro aspecto que te puedas plantear. Todo va y todo viene, como la gente, los trabajos, las parejas, los amigos, el dinero, la familia. Y me ocurre que la mayoría de las veces pienso que para determinadas cosas ‘no es el momento’. Pero, ¿y si no llega ese momento adecuado? Siempre habrá problemas y cosas que hacer aunque cambien las prioridades. Siempre habrá algún ‘pero’ o alguna forma de escaquearse. Y yo sólo quiero que no se haga demasiado tarde porque no quiero arrepentirme de nada cuando de la vida apenas me queden más que recuerdos..

La gente dice.

O más bien la gente habla. Pocas veces dicen cosas. Y todos hablan tanto porque aquellos que saben de algo, lo dicen, pero los que no saben también. Entonces sólo se crea ruido. En el mundo existe el ruido como no existe ninguna otra cosa. Y lo odio tanto...
Después la gente cree que es experta en determinados temas. ¿Ah, sí? ¿Sabes exactamente lo que estoy pensando? ¿Sientes lo que estoy sintiendo? No me digas más... a ti te ha pasado lo mismo (o al amigo del novio de tu prima que vive en el Albacete). Vaya por Dios, entonces qué bien que me comprendas tan bien. La gente dice: "Ya se pasará, ya lo verás". No dudo de que sea verdad, yo también lo creo más bien porque si no, mal me iría. "Pero tienes que animarte". Dicho y hecho, seguro. "Vaya, si necesitas algo ya sabes". Espera... que sólo escucho: BLA.
No está en mi naturaleza ser pesimista. Pero es lo que hay. Mejor reirme de ello que seguir llorando por lo mismo una y otra vez.
Lo cierto es que uno está solo con sus sueños, con sus cosas buenas... (un poco menos solo con ellas) pero sobre todo está solo con sus pesadillas. Y eso es así. Yo no voy a ser menos... y tú no vas a ser más que una de esas personas que dicen que todo irá bien. Y eso, lo siento, ya no me sirve.

Mi cabeza.

¿Verdad que no fui yo? Admítelo. Yo no lo hice. Yo no acabé con esto. Yo no acabé con nosotros. Yo no acabé contigo. ¿Por qué me miras así? Reconoce que una parte de la culpa fue tuya. Una parte bastante grande de ella. Podría decir que te lo buscaste y lo sabes. No digas que no, no seas cobarde. No me mientas a la cara, no fui yo. Ni tú ni esa mirada hacen que me sienta culpable. No tengo remordimientos. No sueño contigo, ni con esa mañana, ni con tus ojos. Tus ojos. He conseguido olvidarlos, he conseguido que no se me claven más en la nuca. Ya no me arañan la vida. Me he quitado un peso de encima, lo he hecho, aunque no lo creas. Aunque creas que fui yo la culpable. Es mentira. Te hablo y no respondes. Te odio. ¿Por qué no contestas? ¿Crees que puedo vivir así? Claro que puedo, pero necesito que me digas que hice lo que debía. Que no me quedaba otra opción. Responde, ¡vamos! ¿Quién te has creído? Cierra los ojos, ¡venga! No hagas que vuelva a perder la razón. No hagas que acabe con esto. Otra vez. Pero yo no he sido. No hablas porque sabes que estoy en posesión de la verdad. Imbécil. Siempre te he odiado. Y ahora te odio por no responderme. Cobarde. Te lo mereces, te lo buscaste. Y tus ojos... ellos lo saben. Guardan el secreto. ¡Habla! Vuelve. No. Basta... Deja de sangrar encima de mí, no me contagies de tu persona. No te soporto por mancharme y, sin embargo, no puedo soltarte. Y cada noche vuelves y no parpadeas. Odio tu cuerpo pesado y frío. Odio tus manos muertas. Vete. Y no me mires así.

...

Que me den algo para que se termine este ánimo autodestructivo, para que se quiten los miedos a salir de casa sola, para que se vayan de una vez los calambres por el cuerpo, los dolores de cabeza. Que me manden algo para que mis hombros no carguen con el peso de cuando me siento mal, que mi apetito vuelva a ser el de siempre, que no termine los días llorando. Que haya algo que termine con los malos sueños, con las ganas de desaparecer, con el insomnio de algunas noches; que mi respiración no se acelere, que corte de raíz los mareos, la sensación de que me caigo. La sensación de que me muero.
Que me den lo que sea, pero que por favor, me quite este dolor del pecho.

...

A veces me da por pensar que la vida es algo... triste. No lo es cuando tienes energía suficiente o la salud necesaria para recuperarte de todos los daños que uno se provoca o le provocan a lo largo de las situaciones y el tiempo. No lo es cuando encuentras algo que te hace un poco más feliz de lo que eras antes. Pero los años pasan y envejecemos con todo lo que eso supone. Aparecen problemas más serios que los que te afectaban a los 10 o a los 30 y empiezas a depender de especialistas, pruebas y medicamentos que intentan alargar lo más y mejor posible la hora de lo inevitable, de aquello por lo que vamos a pasar todos además del nacimiento. Sin excepción. Y es algo triste verlo así pero a la vez pienso que todo ese peregrinaje que se hace cuando eres mayor a los médicos, es por no querer abandonar un mundo que, si tiene cosas malas, tiene bastantes más cosas buenas en el día a día. Es por no querer abandonar a las personas que nos quieren y queremos. No formar parte de sus vidas ni ser testigos de lo que les ocurra. Alargamos la vida por amor. Y eso es algo increíble. Y creo que las personas deberían centrarse más en encontrar el bienestar en lo cotidiano. Disfrutar con la persona que estás, con lo que haces, buscar algo mejor, no abandonar las metas. Porque nadie nos devuelve el tiempo que perdemos. Porque los años no deberían sumarse sino irse restando, si eso sirviera para hacernos más conscientes de que vamos a morir, pero hoy seguimos vivos.
Que igual no era el momento, el lugar... Que lo mismo se ha parado el tiempo. Que he vuelto a pintar un cuadro negro. Que no me arrepiento de nada de lo que he dicho o hecho. Que por la noche me cuesta más dormir. Que sólo quería saber que estabas cerca. Que me cuesta seguir si te veo dudar. Que prometo no volver a tropezar con mis propios pies. Que hace frío y no ayuda. Que ahora sólo voy a dedicarme a respirar. Porque no tengo ganas más que de respirar.