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Igual es momento de cambiar. De dejar de huir. De empezar a hablarme desde la verdad y dejar de convencerme de que todo va bien así. Porque no va bien, de hecho va fatal. Tan mal que ya no puedo más.

"Encontraré el camino, no me rendiré", me escribió un buen amigo. Y sé que el día que no me haga llorar esa frase será el día que lo haya encontrado. El día en que haya dejado de preguntarme: "¿Y todo esto para qué?".

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Eres la grapa que me muerde con ganas, la palabra que se agarra y no se suelta, las letras que arañan el alma, la imagen de eterno retorno, los deseos satisfechos a medias, el acorde que se repite, el orgullo herido a escondidas, las manos tras la espalda, el pinchazo que ya no hace sangrar, las cosas que se dicen por lo bajo, el miedo de hablar (y de quedarse con las ganas), la cabeza en ebullición constante y los pasos hasta que no se pueda andar más.

(...)
- ¿Y cómo me ves tú a mí?
- Como un misterio.
- Ése es el cumplido más raro que me han hecho nunca.
- No es un cumplido. Es una amenaza.
- ¿Y eso?
- Los misterios hay que resolverlos, averiguar qué esconden.
- A lo mejor te decepcionas al ver lo que hay dentro.
- A lo mejor me sorprendo. Y tú también.