Mis días no se volvieron pesadillas. Fueron mis pensamientos el refugio de las mismas. Fue lo que llegué a sentir. Un descenso que nadie contempló, una caída que ninguna persona impidió. Sólo quise llegar a tiempo. Odiaba sentir que podría suceder, cuando piensas que puede ser la última vez que digas 'la última vez que hago esto o digo lo otro'. Hay peores cárceles que las palabras (leí una vez). Y no pude evitarlo... no llegar a tiempo. Sentir que no.