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Dicen que las grandes ideas surgen de un encuentro con el WC. Pues bien, las mías no son grandes pero suelen venirme en la ducha y en los dos segundos que suceden al despertar. En el primer caso, el agua tiene el poder de aclarar mente y cuerpo, como una muda de piel, necesariamente curativa. En el segundo, el estado entre sueño y realidad a veces consigue abrirme los ojos, no sólo literalmente.
Después, los pensamientos se evaporan como si al desprenderles de su contexto original dejaran de poseer vida por sí mismos, como si se volvieran impensables, y reproducirlos por escrito me resulta muy dificil. Siempre conservo el epicentro, la materia prima, pero todo lo demás se ha ido, los adornos se pierden y entonces dejo de escribir porque siempre me ha resultado más dificil decir las cosas tal y como son que andarme con rodeos. Con lo fácil que sería decir que si pudiera verte cada día sería un 30% más feliz, con cara de alguien que echa de menos algo a lo que tiene que desacostumbrarse. Es triste hablar así.
Es triste que todas mis 'grandes ideas' tengan la misma etiqueta, la misma que tengo que arrancarme de la piel.