...

Hay equilibrio en cualquier cuerpo. Por haberlo lo hay hasta en las mentiras. Mi equilibrio dista del tuyo en que no se da cuando ha de darse, sino que es un equilibrio desequilibrante. Ya sabes a lo que me refiero, sabes el secreto de mi funcionamiento. Es tan simple que resulta incomprensible para quien no lo haya vivido.
Todo mi equilibrio lo contengo en una parte de mi cuerpo que dejó de ser localizable desde el momento en que me tuve en pie por primera vez. Con todo el tiempo que he pasado averiguando cosas de este mundo, se ha ido achatando y cambiando, a medida que la vida me iba pasando. Se ha hecho pequeño, del tamaño de un grano de azúcar, perdido en mi cabeza. En eso también difiere del tuyo.
Siempre pensé que necesitaba una simbiosis de equilibrios para sentir que caminaba más recta y perfecta, para no notar que el mío era más un defecto que un mecanismo, el cual había dejado de hacer su función en mí. Lo cierto es que quisiste prestarme el tuyo y fue cuando cai en la cuenta de que no quería nada de ti. No es que no congeniasen, es que no necesitaba que nadie me hiciera sentir lo que no era, una persona incompleta.