Nada importa cuando vuelves debajo del edredón y la sábana, haciéndote una bola y dejando de ser quién no eres. Tan sólo sabiendo que no eres quién una vez soñaste ser. Y que cada noche es un poquito más tarde para conseguirlo. Sólo porque nadie te dio un empujón a tiempo o porque la vida se ceba un poquito más con los más débiles. Así es como se crean personas que se arrastran desde primera hora de la mañana.
Era de juego sucio. Incansable y cruel. Sus raíces emergían con furia y sed de libertad. Se había destruido sin haberlo encontrado. Se había resignado y abandonado. Se rasgaba al respirar, ya no dolía. Esperó más de una vida con la mirada perdida. Sufrió más de mil noches, ya no se culpaba. No se reconocía pero apenas lo hizo un día. Se fue en silencio, tal y cómo llegó. Tenía rota la voluntad. Dejó que el mundo hiciera su trabajo. Ya nadie se acuerda de que a veces sonreía. Quizá nunca importó. Y si se quiere vengar es por justicia. Será imparable, y cuando llegue el momento, recuperará el lugar que siempre le correspondió, aunque ya no quede ninguno que lo vea.