...

Demasiado temprano para saber si es noche o día. Demasiado frío todavía en una habitación adormecida.
Dejarse llevar, dejarse temblar por la intuición de una luz diminuta, ni siquiera por su existencia.
Frágilmente empuja todos los movimientos a un día que no se espera ni, mucho menos, se desea.