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Este, sin duda, es el estruendo más insoportable.
Cae el día, y lo que hice hace dos días suena a lejano pasado. Lo que parecía ser estable, estar bien, era por la capa de barniz. La felicidad no se fuerza, no se compra, no se pide, siquiera. Lo que no hacíamos hablaba, lo que hacíamos era desconocernos más. Y este hueco en mi pecho va creciendo.
Ni siquiera es un estruendo de preguntas; es una avalancha de memorias, de las que quitan sueño, hambre, ganas, piel. De las sinceras, de las bonitas. Hemos abandonado la fábrica de armas y sólo queda nostalgia. Nada más que lo que quisimos y jamás pudimos ser a pesar de ser tantas otras cosas que siempre cuesta sostener. El dolor, el dolor real del que hablaban, ya no es para mí ajeno. Ni siquiera es compañero, es casi un parásito. Se lo va llevando todo mientras respiro, mientras camino, mientras esquivo las conversaciones y me voy evitando ciertas calles. A veces llueve, a veces no, decías tú. Otras veces sale el sol. Y mientras perdemos, mientras los puentes que una vez nos unieron, ahora nos alejan, nos damos cuenta de que jamás volveremos a ser los mismos. No es una cuestión de querer, es el orden natural de las cosas. Sería asqueroso salir indiferente, pretender algo que no es, engañarnos tan rastreramente. Ni siquiera sé si conseguiré ser mejor, no sé si conseguiré un cambio hacia adelante. En este momento querría mirar al futuro y ver que estoy tranquila, con la vida que lleve, con lo que sea esto que estoy construyendo hoy. Verme entera, ni siquiera pido ser feliz.
Nadie puede prepararse nunca para lo peor. La imaginación no hace justicia a la realidad en ningún caso. Sólo puede uno salir adelante si afronta la realidad, no la idea. No se puede saber la magnitud del daño hasta que está hecho, y ya lo que queda es seguir, mirando hacia quién sabe dónde, seguramente, pero seguir, mientras la vida empuja y aguarda algo diferente escondido entre las nubes, porque todo está entre ellas, preparando la calma con cuidado. Y como siempre, todo acaba en revolución, como las cosas que han tenido un significado y una implicación desmesurada, como todo lo que es inigualable. Siempre se me quedarán cortas las palabras para describir lo grandes que hemos sido.
Sólo revoluciones.