Son cerca de las ocho en algún lugar del mundo y yo, sentada en la cama, con una pila de ropa por ordenar a mi lado elijo ser totalmente improductiva lo cual no es muy maduro por mi parte. No sé si serlo implica planear lo que vas a comer esta semana o limpiar los sábados por la mañana. Hay una parte de mí que no creo que vaya a crecer nunca. Considero que es indispensable que esto pase para seguir abrazando la ilusión de esa forma que ya no se ve en la mirada de nuestros padres. Qué tristeza pensarlo, me da pánico crecer. Todo lo que puedo perderme si dejo de mirar al cielo. Hoy es una tarde de esas que huele a lluvia y tengo miedo. A veces me siento como una proyección de mí misma. Lejos, como si alguien quisiera agarrarme de la mano y yo no siento nada más que aire flotando. Creo que todo es mejor cuando no esperas nada. ¿Cómo será lo que sienten los demás sobre sí mismos? Me pregunto si también sufren insomnio. Si todos los ruidos del mundo los pueden escuchar en las horas en las que sólo debería haber sueños. Dime si a ti también te gusta el helado de menta y chocolate, o qué sientes tú al soñar.