- De eso se trata, ¿no? Es esto lo que hace la gente. Llegan a tu vida y les vas dejando entrar, poco a poco, casi a regañadientes. Porque siempre es la misma historia de siempre. Se hacen el hueco, se acomodan y después, siguen su vida y se van. Como si no hubiera pasado nada.
- Eso es lo que hacemos todos, sólo que desde nuestra perspectiva no parece tan malo. El que se va nunca siente que lo esté haciendo mal. De todas formas, ¿ese es tu miedo? ¿Que se alejen las personas y no te recuerden?
- No. No exactamente que me olviden. Tengo miedo de que se vayan, y yo me quede aquí para siempre en el mundo que recuerda que estuvieron, echando de menos, melancólica hasta el final de mis días. 


Nunca quise comerme el mundo, si el mundo no duerme sobre su cuerpo.
Dicen que lo mejor de los libros es que puedes volver siempre a la mejor parte.
Pero quién puede quitarse el sabor amargo de la boca, el saber que todo acaba mal, y volver a la parte buena ignorando que va a pasar... que nos la jugaron una y otra vez.
Nacimos inocentes, quizá soñadores, pero no gilipollas.
Reconozco que lo único que hubiese hecho esa noche fue escuchar tu corazón, sabiendo que lo recordaría para siempre. Ese momento, en que no te estás dando cuenta de nada. Y yo sólo existo para oírla, oír tu vida. Con todo el egoísmo del mundo, sabiendo que has elegido que ese instante sea para mí. Sentirte es lo único que hice esa noche. Y lo bien que sienta.