Sharks and danger

La luz está apagada y yo paso el tiempo descifrando el baile de colores con el que mis retinas me deleitan. El tiempo que llevo así no es importante mencionarlo.

La noche se asoma en la ventana (qué temprano anochece cuando formas parte ya de ese denso negro en el que me veo envuelta). No sé de qué tengo miedo, sé que no puede entrar... pero su imponente presencia me vuelve diminuta, sensación familiar donde las haya.

Años atrás comprendí que no me iba a ser fácil. Era como si los demás tuvieran aptitudes para vivir mejores que las mías, escasas e inútiles. Acepté sentirme diferente aunque los lamentos por ello parecen no acabarse nunca.

Ando ahora entre el contraste blanco-negro (pared y luz, o ausencia de ella). Tan sólo es un intervalo entre golpe y caída, una manera de escapar, evadirme, fundirme con la nada y ser lo que a veces me siento, mirar esos colores y dibujar a mi antojo lo que siempre he querido.

No pasa un sólo día en que no tenga que sobrevivir.