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No, no es un trueno. Es sólo un estruendo. Un derrumbe. Algo cruje y suena, resuena, sin hacer eco. Los niños aún no se inmutan, los adultos se despiertan. Otra vez. Se enciende una luz en el Quinto. En el Primero los sueños aún danzan, libres, vuelan. Los amantes susurran, a oscuras, se tientan. Los niños se desvelan, las mujeres se asoman, los maridos se quejan. Ruido otra vez, qué es. El patio de cabezas, se llena de batas. Ha sido un petardo, gamberros, qué lata, no, no ha sido eso, es una tormenta, he visto rayos, señora no invente, policía, qué escándalo. Madrugan las cisternas, chirrían las puertas, las luces no se acuestan. Los amantes se entremezclan, despacio. Ruido más fuerte, más largo, más raro. Ahoga el jadeo, el llanto, el cotorreo. Muere el pudor, el silencio, se calma el viento. El cabecero, la pared, íntimo encuentro. Los niños se arropan, las mujeres se rinden, los maridos se duermen. El ruido crece y enlentece. Más abajo se sienten, se estremecen. Se han vivido, de noche. Se duermen.