Murk es pequeña, y casi siempre tiene hambre. Vive en el pasado porque es lo único que tiene, y practica petit point con sus recuerdos. Murk hace lo mismo cada mañana: guarda todo su universo en la mochila y sale a primera hora a caminar. Odia madrugar pero, desde hace casi un año, las parálisis de sueño le impiden disfrutar de ser marmota cuanto quisiera. Las rutinas unen a las personas, por eso se conoce a medio barrio,  aunque siendo vergonzosa siempre evita saludar. No es una persona muy sociable pero ella ya no se culpa a sí misma. Murk ha deseado la muerte tanto como el ser salvada. Le causa una terrible tristeza sentirse sola, pero sabe que la gente como ella tiene ese destino. Desde hace años siente asco por las personas que hablan por hablar, cree que es como una enfermedad de la ignorancia; todavía no ha encontrado a nadie que entienda los silencios que necesita. Siempre ha tenido claro lo que quería ser; o, más bien, en lo que no quería convertirse, aunque en ciertos aspectos ha dejado directamente de esforzarse. De las cosas que más odia en el mundo está la sensación de asfixia. Por suerte, es consciente de la brevedad de todo lo que le rodea, y sólo vive con la esperanza de empezar a disfrutar ciertas cosas de nuevo algún día.
(continuará...)