Donde anida la tristeza, donde mi espalda reposa con firmeza,
aquel pobre escalón de un piso cualquiera, a donde nadie nunca llega.
Con la cadena atada a un pie, permitiendo un ligero movimiento
hacia arriba o hacia abajo de esta insomne escalera.
Siempre fiel a ella, el punto de retorno por excelencia,
el abrazo de un cuadrado de madera hecho para la espera.
...

Después, los pensamientos se evaporan como si al desprenderles de su contexto original dejaran de poseer vida por sí mismos, como si se volvieran impensables, y reproducirlos por escrito me resulta muy dificil. Siempre conservo el epicentro, la materia prima, pero todo lo demás se ha ido, los adornos se pierden y entonces dejo de escribir porque siempre me ha resultado más dificil decir las cosas tal y como son que andarme con rodeos. Con lo fácil que sería decir que si pudiera verte cada día sería un 30% más feliz, con cara de alguien que echa de menos algo a lo que tiene que desacostumbrarse. Es triste hablar así.
Es triste que todas mis 'grandes ideas' tengan la misma etiqueta, la misma que tengo que arrancarme de la piel.
...
Cambié las letras de lugar aunque jamás sonó creíble el resultado. Pero yo me lo creí porque siempre lo hago. Empecé a tragarme las palabras cuando dejé de escribirlas en tu piel. Pero yo seguí pintando con mis manos ciegas. Y di con un lienzo de piedra.
...

Quisiste hacerlo y lo hiciste. Llegaste a muchos lugares, aunque no lograste conquistar ninguno. Tocar la piel que dentro esconde tu corazón, me pareció insuficiente.
Por eso ahora sigo andando aunque hacia el otro sentido con la cabeza girada y me sigo dando golpes. Pero llegará un momento en que consiga darme la vuelta del todo y no mirar hacia atrás. Porque intentar alcanzarte es como esperar que nieve en la primavera que viene.
...

...

Sin embargo, hoy todo tiene su importancia. Las luces, las sombras, el cielo, la baldosa partida de siempre. Hoy todo se ha vuelto canción de vuelta a casa, canción solitaria que tan sólo quiere irse a dormir.
...

...

Tan sólo es temor a que pueda terminar lo que una vez empezó.
Que seas tú el que se vaya y no haya más piezas que mover, sin juegos a los que jugar ni nadie que pueda perder. Al menos otra vez. Por eso prefiero no mirarte del todo, no acabar de abrazarte. Porque así puedo tener alguna razón por la que volver, por la que volver a encadenarme. Para que no acabe jamás. Llámame absurda. Soy una absurda con alergia a los finales y se va...
...

Estas carencias se compensaban, a su modo de ver, con otras muchas virtudes que él poseía y que a ella le hipnotizaban, incluso llegando al punto de preguntarse cientos de veces qué era lo que le animaba a seguir con ella pues siempre que se veían le nacía un nudo en el estómago que no le permitía ser ella misma. Miedo escénico o miedo... sin más.
Esta incapacidad traía su correspondiente consecuencia en forma de lágrimas que duraban hasta varios días después mientras recordaba ese sentimiento de impotencia al intentar que todo fuera bien sin éxito, lo que aplastaba su autoestima y la reducía a algo insignificante. Pero él siempre terminaba volviendo a ella ante la creciente desconfianza de ésta, desconfianza que tenía que haber surgido mucho antes juzgando los acontecimientos que se darían a partir de aquel momento. La historia se volvía a repetir.
Y aunque ha pasado tiempo desde aquello, ahora escribir se ha vuelto más importante todavía, pero ya no lo hace sobre nadie. Intenta dejar espacios en blanco cada vez que siente ganas de decirle algo (porque las ganas son tan fuertes que le arden) aunque él jamás tuviera medios de leerlo. Pretende hacer ver que se siente liberada pero en realidad está desconcertada y guarda algún ligero rasguño en la piel, pero eso es algo que tampoco nadie sabrá.
No puedes entregar a alguien en quien no confías algo tan valioso como debería ser el tiempo que dedicas a tu vida.
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