La vieja amiga, la que siempre estuvo ahí.
Soñabas con su ausencia,
pero en realidad nunca se iba.
Se vestía de paseo, bajo el sol o la tormenta.
Se volvía aliento, esas noches a escondidas.
Entraba como el sol por los huecos de la persiana,
por las mirillas de los desconfiados.
Por tus poros, entraba y sucumbías.
Volvía y se regodeaba en todo eso que eres,
y serás, y no te abandonará.
Porque es ella, la única y verdadera.
La ansiedad.

2 comentarios:

P. dijo...

Nunca se va del todo, cierto. Pero se puede aprender a convivir con ella.

m. dijo...

en ello estamos, de nuevo :) gracias