No creo que haya forma a estas alturas de arreglar en mí lo que está torcido. Uno tiene sus desperfectos, o se los hace, para que convivan hasta el último de los días. Quejarse es inevitable, a veces es por puro placer de maldecir; y ayudar, en verdad nunca sabré si ayuda. Poco importa. Lo que ocurre es que cada día es más complicado aceptarse aun con eso, con lo inservible y desadaptativo. Ser un sesgo andante, consciente de ello y con todo intentar fallidamente ser feliz, una y otra vez. Porque todo va empujando, dirección muerte, a pesar de no sentirse plenamente vivo. Creciendo con una mente débil y un corazón que apenas bombearía por sí solo. Un corazón en un cuerpo que, aun deteriorado, irremediablemente pone todo lo que le quede en conservar esa ilusión, hasta el final.

No hay comentarios: