Cuántas cajas van ya, de esas de llenar con regalos, peluches, notitas,
cartas breves, cartas largas. Arena de esa playa. Fotos de aquél día. Cajas
llenas de promesas, en definitiva. Cuántos años llevas pidiendo las cosas 'por
favor' y respondiendo 'gracias', esperando el turno con paciencia y callando
cuando ves que otros se cuelan. Cuánto tiempo soñando con las mismas personas,
distintos traumas, igual resultado: amargándote los días. Cuánta vida guardando
dentro contestaciones que merecían otros, cultivando la rabia y la frustración
que otros pagan contigo sin sentirse culpables.
Cuánta salud tirada por la ventana, y cuánto corazón en la basura, por
elegir a las personas equivocadas con las que compartir las aventuras. Cuánto
tiempo devaluando tu cuerpo y tu nombre, descuidándote a ti mismo por tratar de
cubrir otras necesidades antes; por intentar llenar tu alma dependiendo de
otras. Cuántas islas has formado dentro de tu mundo y tu casa, creyendo que
podrías estar mejor así, creyendo que así podrían no volver a tocarte. Cuánto
poder haber arreglado esos ladrillos, o haber mejorado algo. Cuántos noches
insomnes pensando en las cosas que podrías haber hecho mejor, en el daño que tu
también pudiste causar. Cuántos textos traduciendo sentimientos en papel,
buscando alguien que no se asustase al leerlo. Y, más allá, rozando la locura:
entenderlo. Cuántas llamas te han soplado, cuántas ilusiones reventadas con
solo una palabra o gesto, por esa vulnerabilidad dichosa aprendida. Cuánta
torpeza en tus actos, recayendo en antiguos errores, creyendo que siendo
imperfecto puedes perderlo todo de nuevo. Cuántas formas reprimidas de ti
mismo, sin reconocerte en nada, sin inquietud por descubrir cosas nuevas, con
demasiada pereza para añadir algo criticable a tu vida. Cuántos gritos has
ahogado, por no herir ni preocupar, por preferir hacer las cosas simples, por
pretender que así evitabas el problema; mientras éste crecía dentro de ti,
mientras te hacías mayor pensando que las maneras correctas y las opiniones
válidas eran las de otros. Cuánto daño acumulado por tener una personalidad más
hacia dentro, refugiada en cuatro nubes aleatorias en el cielo y en unos
cuantos infantiles sueños débiles. Cuánto tiempo siendo una persona
'conveniente', amamantando defectos y escuchando canciones salvadoras, deseando
a destiempo ser otra persona. Cuánto querer ser tu mar y cuánto te has ahogado
por su culpa. Cuánta paciencia invertida en sacos rotos, cuantos golpes de claridad
por acciones de otros, cuántas decepciones, cuantos perdones dados y tan pocos
recibidos. Cuánta estación de vacío y de engaño, cuántas horas de espera
viviendo en otra relación paralela. Cuánta gente borrosa a estas alturas, gente
que te añoraba cuando te obligaban a marchar. Cuánto recurrir a los fantasmas,
o convertirte tú mismo en uno de ellos. Cuántos años creyendo que el error eras
tú cuando podía ser compartido, cuando ni siquiera echabas culpas fuera, cuando
quizá sí que era tuyo. Cuánta soledad en el cajón, cuánto información de
antemano de todo lo que ibas a sufrir, cuántas piedras iguales en tu camino,
cuánta ceguera para ver ciertas cosas, cuánto tiempo perdido, cuánto amor
regalado, cuánto compromiso en desigualdad de condiciones, cuánta falta de
práctica para empezar ciertos caminos, cuántas sombras, cuánto contar espaldas,
cuánta memoria y cuánto techo, cuánto morir en las tardanzas, cuánta confusión
de términos, cuánto dilema sin resolver, cuánto desgaste, cuánto crecer del
revés, cuántas preguntas huérfanas, cuánto muro invisible, cuánto error
cometido, cuántas cosas mejorables, cuánto actuar con miedo, cuánta ansiedad
por todo ello, cuántos calcetines desparejados, cuántos dibujos para
distraerte, cuánto cadáver, cuánto insecto en el mundo, qué poco valor, cuánto
poema de mierda, cuánta palabrería sin sentido, cuánta ciudad que no existe,
como tú, como yo, como el no poder volver ahí, como el quedar atrapado en la
misma trampa, en la misma asquerosa telaraña, como esos lugares perdidos donde
habitaba tu esperanza.
1 comentario:
Es inevitable detenerse en lo que pasó ayer. El presente se empeña en recordárnoslo continuamente.
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